La Aldea

Moralidad y política

Los candidatos a la presidencia han incluido la moralidad en sus discursos; pero, ¿la política puede ser moralmente defendible?, pregunta Leonardo Kourchenko.

La moralidad aparece con frecuencia en la retórica y en la oratoria de campaña, pero que en los hechos, en la praxis dominante del ejercicio político y, peor aún, del servicio público, difícilmente se ejerce como principio o eje de acción pública.

Muchos políticos del mundo, no es un vicio exclusivo de los mexicanos, deben hacer caso omiso o exenciones a una moral vertical e intachable, cuando de decisiones políticas y prioridades se trata.

Existen amplios textos desde los griegos o de filósofos ingleses y alemanes al respecto. Pero más allá de la teoría y los postulados filosóficos, vayamos a los hechos de nuestro contexto.

El candidato Andrés Manuel López Obrador propuso, un par de días atrás, la postulación de una 'Constitución Moral' para México. ¿De verdad? Suena a broma en estos tiempos de campaña y de concurrencias múltiples en su partido. Napoleón Gómez Urrutia, el líder minero autoexiliado, está señalado por investigaciones judiciales como un líder sindical que sustrajo 50 millones de dólares de los fondos de sus agremiados; extorsionó al gobierno mexicano, exigió sobornos y depósitos, estalló paros y huelgas como instrumento de presión. ¿Es moral incluirlo en una lista de candidatos al Senado? ¿Es moral ajustar los principios y los valores conforme a los tiempos de la política y del electorado? Casi resulta inmoral hablar de moralidad a estas alturas. ¿Es moral incorporar a su equipo a personajes señalados como corruptos, tramposos que desviaron recursos y defraudaron a diversas instituciones?

No es moral tampoco haber prometido una investigación profunda dentro de su partido para expulsar a quienes habían cobrado comisiones y porcentajes desde el Congreso, como Ricardo Anaya ofreció y comprometió a todos los vientos cuando compitió por la presidencia del PAN. Resultó tan inmoral como todos los personajes que criticaba entonces y que critica ahora. Acabó siendo igual que los demás. No fue conveniente una 'sangría' al interior del PAN, como las limpias estalinistas de los 30 y los 40 en el Partido Comunista de la URSS. Se impuso el pragmatismo por encima de la moralidad.

Tal vez usted no lo sepa, pero la Unidad de Inteligencia Financiera, aquella que detecta, rastrea, ubica y sigue el movimiento de depósitos y cantidades importantes de dinero que la Federación traslada a los estados y que ellos administran, depende de la Secretaría de Hacienda. Es impensable considerar que desde ese escritorio el hoy candidato Meade no supo, vigiló o tuvo registro de los movimientos ilegales de Javier Duarte en Veracruz.

Los candidatos presidenciales no son exactamente un ejemplo de moralidad y, mucho menos, el prócer que se autodeclara su defensor. Cada uno, en su camino, en su trayectoria, ha tenido que sopesar entre el pragmatismo de la política y la moral y el respeto a la ley, la justicia, la honradez. Todos ellos se llaman impolutos representantes de la honradez, cuando aparecen todos los días acusaciones y evidencias que los señalan como, simplemente, un político más.

López Obrador comete el pecado extremo de colocarse por encima de los demás, como si el nunca haber sustraído fondos del erario pudiera borrar los deshonestos que hoy lo acompañan, o quienes sí cometieron abusos y excesos bajo su liderazgo y protección.

Anaya acusa de guerra sucia al PRI por sus transferencias y terrenos, cuando desde su posición aprovechó oportunidades e información para realizar actos que pudieran ser no ilícitos tipificados, pero tampoco son moralmente correctos, como pretende afirmar.

Meade es sin duda un funcionario honesto, vive en la misma casa después de más de una década en gabinetes y el primer círculo del poder. Pero, ¿y lo que vio? ¿Lo que no denunció? Lo que de forma omisa o silenciosa dejó pasar para no entrar en conflicto con un gobierno al que pertenecía, de un partido en el que no militaba.

Complejo. ¿La política puede ser moralmente defendible? ¿Hay decisiones políticas que han colocado a la moral por encima del pragmatismo partidista o de gobierno? Sigo buscando en la historia casos ejemplares. No hay muchos.

No existe un solo político mexicano que pueda erigirse en autoridad moral, prácticamente, de nada. Ni Javier Corral y sus escénicas movilizaciones.

Al cierre de esta edición, surge un críptico comunicado de la PGR anunciando investigaciones por lavado de dinero, con cateos y alertas migratorias. Curiosamente, no especifica quién es el sujeto de las investigaciones o en contra de quién se realizan. Corren versiones de que se persigue a Ricardo Anaya.

Sin tener siquiera la confirmación, me permito recordarle a la PGR y a Gobernación que cuando Fox y Creel lanzaron su persecución por desacato contra AMLO en el 2005-2006, ayudaron a construir a un gigante que, de no ser por sus desatinos y desvaríos, hubiera ganado la presidencia de México.

Mala estrategia si este gobierno pretende perseguir a un candidato de oposición para desacreditarlo electoralmente. Mal camino para destruir a un candidato, porque la historia demuestra que será respaldado y protegido por el electorado. Mala práctica y, sin duda, absolutamente inmoral.

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