La Aldea

La cultura de San Lázaro

La designación de Sergio Mayer al frente de la Comisión de Cultura da cuenta de algunos patrones que se aplicarán en la Legislatura: la aplanadora contra la lógica, el sentido común y la trayectoria profesional.

Nunca me he opuesto a que todo tipo de personas, con algunos valores nacionales comprobados, puedan convertirse en diputados federales. Por ahí han pasado a lo largo de las décadas desde campesinos verdaderos, hasta ficticios líderes sindicales. Maestros, educadores verdaderos, u otros que sólo merman con el magisterio –hoy hay varios, por cierto.

En la licuadora priista de otros tiempos cupieron actrices, actores, no estoy seguro de si algún cantante, pero sin duda más de un comediante. Recuerdo incluso a algún conductor de televisión que intentó infructuosamente ser electo.

La lógica indicaría que un país de esta diversidad y extensión merece una representatividad amplia, plural, multicolor, que raye incluso en la comedia. Carmen Salinas ocupó recientemente una curul, como lo hizo también Irma Serrano en otros tiempos, o Silvia Pinal hace décadas. Respetable y representativo. Fueron legisladoras, cumplieron con su trabajo con mayor o menor seriedad y se retiraron honrosamente. Ninguna, espero no equivocarme, pretendió encabezar una comisión legislativa que presupone cierta especialidad, no sólo en leyes y el propio proceso parlamentario, sino sobre todo en el ámbito propio de la comisión.

En días recientes surgió desde la sociedad civil un llamado alarmante que solicitaba firmas para impedir que el actor, productor y cantante Sergio Mayer se convirtiera en el presidente de la Comisión de Cultura de la H. Cámara de Diputados. Varias miles de firmas fueron recabadas y enviadas a San Lázaro, sin que nadie les prestara la mayor atención.

El señor Mayer, a quien no conozco, puede tener todos los méritos personales para ocupar una curul federal –honestamente lo dudo–, pero estoy cierto de que carece de todo conocimiento para encabezar dicha comisión.

La comisión es fundamental para articular proyectos culturales en el país; a ella acuden para solicitar fondos del Congreso múltiples museos, casas de la cultura, espacios comunitarios de danza, teatro, música, y mil iniciativas más.

La comisión se comportó en el pasado con un relativo profesionalismo, evaluando los proyectos, estudiando su impacto y beneficio para ciudadanos de distintas entidades. También hubo caprichos y necedades de diputados que obtuvieron –por ese inequitativo arte de la negociación parlamentaria (uno para mí, otro para ti)– fondos para sus allegados, grupos y comunidades de muy reducido impacto cultural. Con todo, tiene su funcionamiento, su lógica, su presupuesto y su propósito. ¿Qué de todo esto sabe o conoce el señor Mayer? ¿Qué museos ha visitado? ¿Qué proyectos culturales, fuera de los estrictamente comerciales –como 'Sólo para Mujeres', Garibaldi y otros– conoce el señor diputado?

Si juzgamos por sus tuits y su dominio de la ortografía, la literatura o la industria editorial, el resultado no es nada favorable. No sólo demostró ignorancia y desconocimiento, sino un absoluto desdén por lo que en realidad significa cultura. Y ojo, porque más de uno afirmará que cultura es todo, no sólo el teatro universitario y la Sala Nezahualcóyotl, lo cual es ampliamente discutible, pero la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados no existe para defender, promover y difundir los espectáculos comerciales, que responden a su propia lógica de mercado y de gusto popular. La comisión tiene como función la defensa de las expresiones culturales diversas, variadas y multicolores de nuestro país. Las zonas arqueológicas, las fiestas populares, las tradiciones de los pueblos.

Mucho me temo que en este terreno el ilustre y letrado diputado en cuestión no posee experiencia alguna.

Mala señal de una Legislatura que apenas inicia el rechazar de forma despectiva el llamado de escritores, artistas plásticos, promotores de teatro y de danza en este país que solicitaron, vía redes, que no se le otorgara la presidencia de dicha comisión. Mala señal de legisladores que no escuchan a los que saben, a los que crean, promueven y producen cultura.

Imagine usted una conversación de nuestro flamante presidente de la Comisión de Cultura con el representante cultural de una embajada, de un gobierno extranjero, de un museo internacional. ¿Cuál podría ser el tópico?

La cultura de San Lázaro en esta nueva y aplastante Legislatura será esta: la cerrazón, la fuerza de la mayoría por encima de los argumentos, la aplanadora que aplasta la lógica, el sentido común y la trayectoria profesional.

Acostumbrémonos.

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