La invitación turnada a todos los jefes de Estado y de gobierno con quienes México sostiene relaciones diplomáticas –según la cancillería- obedece a un operativo habitual en tomas de posesión.
Lo que supera y excede ese protocolo es la invitación a Nicolás Maduro, presidente de Venezuela. Me explico:
Independientemente de las diferencias políticas o ideológicas como sostiene el canciller designado Marcelo Ebrard, o de justificar la invitación porque Fox y Calderón también invitaron a Venezuela, la gran diferencia radica en que ninguno de los invitados entonces encabezaba un gobierno que extermina a la oposición.
En los últimos 14 meses el gobierno de Maduro ha sido responsable por la muerte de por los menos 126 jóvenes, asesinados en protestas, manifestaciones y detenciones resultado de las primeras, en contra del gobierno y del presidente.
Nicolás Maduro gobierna un aparato represor de pseudo izquierda, que ha pauperizado a la población y provocado la emigración masiva de miles de venezolanos.
Ha sido sancionado por la OEA, la CEPAL, la ONU y hasta la Unión Europea ha intervenido.
¿No es suficiente? ¿Alguna vez hemos recibido a un dictador acusado de encabezar una máquina de exterminio entre su ciudadanía? Lo dicen los organismos internacionales quienes han elevado enérgicas voces de protesta y llamados de atención.
Que venga Evo, o hasta Ortega, el impresentable que ya se erigió en presidente vitalicio de Nicaragua, ¿pero Maduro, cuyas manos están manchadas de sangre?
A AMLO le encanta la reverencia. Le gusta el abrazo solidario de la gente, el aplauso, los lazos tendidos "con todos los pueblos de la tierra" y tantas otras insensateces. ¿Para qué queremos tener relación alguna con Maduro? por qué nos interesa que un político heredero del auténtico líder populista de Venezuela, nos visite y se venga a pasear por estas tierras, cuando manipuló las elecciones, cometió fraude, eliminó al Congreso, reprimió con fuerza excesiva a los manifestantes, dañó la democracia, se escribió una Constitución a modo y tantos señalamientos más.
La admiración declarada de Fernández Noroña, debiera ser en sí misma, un referente obligado para cerrarle la puerta y no recibirlo.
Maduro ha hecho pedazos a Venezuela, ha empobrecido a ese país, ha generado más presos políticos que Pinochet y para colmo, son eliminados con balas misteriosas en las protestas.
No queremos a Maduro en México. Despreciamos la exaltación de una supuesta amistad con un sátrapa latinoamericano, que ha dañado irremediablemente a su pueblo.
¡Fuera Maduro!