El Globo

Embajada sangrienta

La torpeza diplomática del Trump ha quedado una vez más expuesta ante la visceral decisiones de trasladar su embajada en Israel de Tel Aviv a Jerusalén.

En matanza derivó la apertura de la nueva embajada estadounidense en Israel. Al tiempo que la flamante Ivanka Trump -suponemos que en representación de su padre- y el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, develaban la placa y se fotografiaban sonrientes al lado de Benjamin Netanyahu, miles de palestinos protestaban en contra del movimiento de sede.

El presidente Donald Trump decidió unilateralmente mover su embajada de Tel Aviv a Jerusalén, mostrando sin reparos el apoyo absoluto e incondicional a Israel para reconocer que su capital, la del Estado de Israel, es Jerusalén. Recordemos que desde que la OLP –Organización para la Liberación de Palestina- decretó la fundación y establecimiento del Estado Palestino, la disputada ciudad ancestral se definió como capital para ambas naciones, estatus que Israel nunca reconoció.

La simbólica neutralidad norteamericana– el mundo entero conoce de sobra la alianza estrecha entre Estados Unidos e Israel– había servido como balance en la zona, al pretender por años buscar una solución equilibrada y pacífica a la disputa territorial. ¿Dónde establecer la capital palestina o la israelita, frente a una ciudad que posee el pasado compartido multicultural y sin duda politeísta?

La absurda y beligerante decisión de Trump echa por tierra años de pláticas, esfuerzos y reuniones para buscar una solución compartida. Francia, Gran Bretaña, la Unión Europea en su conjunto fueron protagonistas de los esfuerzos por un diálogo para ubicar la capital de ambos Estados sin conflicto territorial. Tel Aviv para Israel, que se negó a ceder al Estado Palestino reclamo alguno sobre la ciudad.

Trump pasó burdamente por alto todos los esfuerzos diplomáticos de los últimos ocho años, y anunció hace dos meses el traslado de su embajada, lo que significa el reconocimiento abierto de Jerusalén como la capital israelita.

Ayer murieron 58 personas, la mayoría jóvenes adolescentes, quienes expresaban su protesta ante la nueva sede diplomática; más de mil 390 personas resultaron heridas en abierta represión a las manifestaciones.

La torpeza diplomática del presidente Trump ha quedado una vez más expuesta ante la visceralidad de sus decisiones que se convierten en una abierta provocación a la paz, al delicado equilibrio en Medio Oriente, tan frágil, tan endeble, que en un solo día mueren cerca de 60 personas en una protesta.

Puede irse a la cama en paz, Mr. Trump, con unas cuantas muertes directamente cargadas a su inexistente conciencia, puesto que la absurda e inútil mudanza de su embajada rompe por completo con los muy complejos y delicados balances en la zona.

Será desde ahora, la embajada sangrienta.

COLUMNAS ANTERIORES

Alerta mundial
Andrés y Cayetana

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.