El Globo

El muro y la amenaza

Donald Trump, urgido como está de fortalecer el respaldo de sus bases, necesita firmar el TLCAN para enviar un nuevo mensaje del gran negociador.

Una vez más el presidente Donald Trump lanzó una severa amenaza al Congreso de Estados Unidos de 'cerrar el gobierno' si no aprueban la legislación y el presupuesto especial para construir su ansiado muro fronterizo.

La amenaza no es menor, y tiene a sus colegas republicanos muy preocupados en el Capitolio porque significaría una confrontación directa, con visos de extorsión desde el Ejecutivo al Legislativo: o hacen lo que quiero, o bajo la cortina, es el chantaje del señor Trump.

Los tiempos se agotan para utilizar al TLCAN como el principal instrumento de presión. Muy probablemente, en dos días –el próximo jueves está prevista una reunión de alto nivel– los negociadores de ambos gobiernos darán a conocer los avances en las pláticas y los capítulos cerrados listos para firmarse. Toda la información que proviene de los grupos negociadores es positiva, cada vez más se alientan expectativas a favor de un TLC 2.0, renovado, reformado. Las cláusulas complejas que han provocado la mayor confrontación entre los socios, la relacionada con la integración de componentes en la cadena de la industria automotriz (la exigencia estadounidense demanda un 50 por ciento de partes cuyo origen sea la Unión Americana); la cláusula conocida como sunset, que establece la terminación total del tratado cada cinco años, a lo que México ha respondido con una revisión completa sin necesidad de suspender el tratado; la cláusula del panel de controversias, instrumento esencial de resolución de conflictos, donde Estados Unidos pretende eliminar la integración de árbitros internacionales, y que sean sus cortes y su aparato judicial donde se resuelvan los diferendos; la estacionalidad de los intercambios, especialmente los agrícolas, que se refiere a cerrar el TLC en productos de alta exportación mexicana como el aguacate o el melón –entre muchos otros– cuando el mercado estadounidense esté 'completo' o 'satisfecho' por su propia producción local –medida claramente proteccionista.

Pero el contexto político agota los tiempos en que Trump pudiera alcanzar la firma –aunque sea simbólica de un nuevo acuerdo, recordemos que obligatoriamente debe ir a los congresos para su aprobación– justo antes de las elecciones de noviembre en que renueva la totalidad de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado. La firma del acuerdo incide en dos sentidos: uno, un mensaje sólido de capacidad negociadora que pudiera impulsar las carreras de algunos candidatos republicanos, y dos, garantizar que un nuevo Congreso, con la eventual pérdida de sus mayorías, especialmente en la Cámara Baja, pudiera rechazar el nuevo TLCAN y provocarle una nueva derrota política.

¿Qué tiene que ver todo esto con el muro? Pues que Trump ha utilizado la bandera del "peor acuerdo comercial negociado en la historia de Estados Unidos" como instrumento de presión para fortalecer la frontera y construir el muro. Ese instrumento, el TLC –si se logra una firma simbólica antes del 15 de agosto– desaparecerá de la baraja política, por ello Trump está lanzando esta nueva amenaza de cierre del gobierno.

Es, como dice su libro, su estilo de negociar. La bravuconería del todo por el todo. Al Congreso le dice ahora: o me aprueban el muro, o cierro el gobierno, lo que podría significar una catástrofe para el Partido Republicano en las próximas elecciones. Es casi una amenaza suicida porque llega hasta el límite de las posibilidades racionales: amenazar a los congresistas y, de paso, arrastrar a una eventual derrota a su partido, incluso para sí mismo en caso de perder la mayoría. Absurdo total, perfecto para Donald Trump.

Urgido como está de fortalecer el respaldo de sus bases, necesita firmar el TLCAN para enviar un nuevo mensaje del gran negociador. Lo vimos recientemente en la OTAN, donde provocó una crisis –inexistente– y se presentó 36 horas después como el gran conciliador que logró el acuerdo de solución (aquella relacionada con los pagos al sistema de seguridad global de la OTAN).

Ante el fracaso –con el descrédito correspondiente– de la medida migratoria extrema de separación de familias de inmigrantes indocumentados, no le quedan más elementos para ejercer presión –chantaje– al Congreso.

Se ve improbable que los representantes o senadores cedan a autorizar un presupuesto calculado en 25 mil millones de dólares para un muro que nadie necesita.

Por lo pronto, debemos prepararnos para su retórica triunfalista por el logro del TLC, donde seguramente afirmará que gracias a él, Estados Unidos tiene ahora el mejor acuerdo en la historia.

COLUMNAS ANTERIORES

Tensiones en Estados Unidos
Alerta mundial

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.