El Globo

Ataque a Siria

Leonardo Kourchenko analiza el conflicto que ha azotado por más de siete años a Siria y cómo este país se convirtió en un tardío escenario de la 'Guerra Fría'.

Por más de siete años el conflicto civil en Siria ha provocado, escandalosamente, el retiro formal de Occidente. Rusia y el régimen de Bashar al-Assad han hecho lo que han querido para reducir, eliminar y neutralizar a quienes llaman 'terroristas'. En realidad ha sido una cruenta y brutal guerra civil para derrocar a un tirano autócrata, quien no ha cesado de utilizar todo el armamento a su alcance para frenar a los rebeldes.

Siria, principal expulsor de migrantes bajo la categoría de 'refugiados internacionales' (ACNUR, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Refugiados) se convirtió en un renovado y tardío escenario de la extinta Guerra Fría. Estados Unidos y Rusia se han enfrentado de forma indirecta en Siria desde finales del 2011, cuando estalló el conflicto para evitar que al-Assad permaneciera en el cargo, heredado por su padre y sin mayor calificación o experiencia en materia política. Los militares sirios, actores principales del conflicto, decidieron imponer y respaldar al joven Bashar en contra de la voluntad de una considerable mayoría ciudadana. Desde entonces, Siria vive un escalofriante baño de sangre, donde han muerto decenas de miles de civiles, y han emigrado del país hacia Europa casi un millón y medio de sirios.

El ataque del sábado 14 sorprende al mundo por el súbito involucramiento que de forma abierta y formal, los gobiernos aliados de Gran Bretaña, Estados Unidos y Francia lanzaron sobre un suburbio de Damasco, el barrio de Duma, donde hipotéticamente se localizaba la sede de fabricación de armas químicas sirias. Y no porque no estuvieran involucradas de forma indirecta con anterioridad, sino porque sistemáticamente se han opuesto a una intervención armada directa con fuerzas y despliegue militar en tierra.

El pasado 7 de abril se registró, según reportes internacionales, un ataque sobre una comunidad civil siria, donde murieron entre 60 y 80 personas incluidas mujeres y niños, bajo los efectos de un gas considerado arma química.

Rusia respondió con burlas ante la ONU por el supuesto ataque que involucra al Kremlin por la hipotética autoría y propiedad de dicha arma. El embajador ruso ante la ONU advirtió apenas el miércoles pasado que Rusia respondería con todo su potencial militar si Estados Unidos decidiera atacar para prevenir más acciones con armas químicas.

En las últimas 36 horas, a expertos y científicos de la Organización de Prohibición de Armas Químicas se les ha negado el acceso al suburbio de Damasco, donde se encontraba el centro productor o generador de armas químicas bombardeado por Occidente. Fuerzas de seguridad del régimen sirio y fuerzas rusas han impedido que los expertos puedan tener acceso y recolectar muestras para verificar la existencia del armamento químico.

Según fuentes británicas y estadounidenses, los rusos están eliminando toda evidencia para acusar a Occidente de intervención armada y violencia innecesaria ante un reporte que ellos califican como falso.

Es una versión moderna de un viejo capítulo de la Guerra Fría, donde las superpotencias evitan la confrontación directa y lo hacen a través de terceros en conflicto. Rusia ha sido aliado histórico de Siria, desde tiempos de la Segunda Guerra Mundial. Ha impedido cualquier intento de Francia o la Unión Europea por conciliar y buscar una solución pacífica al conflicto. Después de la crisis migratoria hacia Europa, la canciller alemana, Angela Merkel, declaró que no habría más sirios asignados como cuotas a países miembros de la unión.

Rusia afirma que se trata de un montaje de Occidente para intervenir en el conflicto y alimentar la que llama 'rusofobia' en Estados Unidos y Europa.

Lo cierto es que vivimos graves tiempos de tensión, con una Rusia beligerante y un presidente Putin hostil y agresivo, lo que ha provocado un entorno de rechazo en Londres, París, Berlín y Washington, por mencionar sólo los más destacados.

Putin conversó con el líder iraní después de los ataques, cuyo gobierno ha sido un respaldo incondicional al régimen de al-Assad, reproduciendo uno de los viejos 'ejes del mal', con Irak, Siria y ahora una muy desafiante Rusia.

Bien puede haber razones de política interna para pretender recuperar la derruida imagen del presidente Trump en Estados Unidos; pero eso no explicaría la participación del Reino Unido y mucho menos de una Francia distante a Washington y mucho más independiente.

Un enérgico mensaje al Kremlin que sigue jugando a la guerra local, agitando el cascabel frente a las potencias, como un riesgoso acto de provocación.

Las consecuencias están aún por desenvolverse, frente a un gobierno británico francamente confrontado con el ruso después del incidente del espía envenado en Londres; además del abierto y oscuro caso del Rusiagate en Estados Unidos, que a medida que avanza la investigación, consigue evidencias sólidas de una compleja y culposa relación entre el equipo del candidato Trump y el gobierno de Rusia.

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