Opinión

Las nuevas siete hermanas


 
Dolores Padierna
 
 
Cuando Enrico Mattei, fundador de la moderna industria energética de Italia, acuñó enfurecido el término las Siete Hermanas para referirse a las compañías anglosajonas que controlaban el petróleo de Medio Oriente después de la Segunda Guerra Mundial, ni siquiera imaginaba el profundo cambio que ocurriría en la correlación de fuerzas apenas medio siglo después.
 
 

Debido a que los precios del petróleo se han triplicado en los años recientes, un nuevo grupo de compañías gaseras y petroleras ha cobrado relevancia, ha consolidado su poder en la búsqueda y concentración de recursos energéticos y ha causado pánico entre los consorcios más grandes del mundo, aquellos que surgieron de las Siete Hermanas originales: Exxon Mobil y Chevron, de Estados Unidos, y las europeas British Petroleum y Royal Dutch Shell.
 
 

En 1938, siete petroleras extranjeras, cinco estadounidenses y dos británicas, eran dueñas del petróleo mexicano: 1) Standard Oil of New Jersey (Esso) se fusionó con Mobil para formar ExxonMobil (Estados Unidos); 2) Royal Dutch Shell (Países Bajos, Reino Unido), 3) Anglo-Iranian Oil Company (AIOC), luego conocida como British Petroleum (Reino Unido) y 4) Standard Oil of New York, después ubicada como Mobil. Hoy en día se encuentra fusionada y es parte de Exxon Mobil (Estados Unidos); 5) Standard Oil of California, después bajo el nombre de Chevron. Se fusionó posteriormente con Texaco para formar Chevron Texaco. Actualmente su nombre es Chevron Corporation (Estados Unidos); 6) Gulf Oil Corporation, que en 1985 fue adquirida casi totalmente por Chevron, mientras que la otra parte de las acciones quedó en poder de BP, y 7) Texaco, que se fusionó con Chevron en 2001. Esta fusión fue conocida durante algún tiempo como Chevron Texaco, pero en 2005 cambió su nombre nuevamente a Chevron. Texaco es ahora una marca de Chevron Corporation (Estados Unidos). Con el tiempo se fueron fusionando y conformaron un nuevo mapa en el control de los hidrocarburos.
 
 

Debido a estos movimientos, hacia 2005 sólo sobrevivían cuatro de las Siete Hermanas: Exxon Mobil, Chevron, Royal Dutch Shell y BP. Sin embargo, el capital conjunto de estas cuatro megacorporaciones es inmensamente superior al que poseían las originales Siete Hermanas. Estas petroleras han sido durante muchos años 'prestadoras de servicios' y 'aliadas estratégicas' e PEMEX. Han ejercido enormes presiones para ser concesionarias y poder re-apropiarse de los hidrocarburos de México.
 
 
En los últimos años se ha comenzado a hablar de las Nuevas Siete Hermanas, compañías energéticas muy influyentes que provienen de países no miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Se trata de Saudi Aramco (Arabia Saudita), Gazprom (Rusia), CNPC (China), NIOC (Irán), Pdvsa (Venezuela), Petrobras (Brasil) y Petronas (Malasia).
 
 
Según The Economist Intelligence Unit, estas empresas, de propiedad abrumadoramente estatal, controlan el 87% de las reservas probadas y probables de petróleo y gas natural en el mundo, por lo que inciden también en el control de los precios del vital hidrocarburo.
 
 

Las corporaciones privadas (antiguas Siete Hermanas, ahora fusionadas en 4), en contraste, sólo cuentan con el 13% de las reservas probadas, pero su importancia radica en que ellas se especializan en actividades de mayor valor agregado y en la comercialización de los productos derivados de los hidrocarburos. Se trata de los consorcios que tienen en la mira apoderarse de Pemex, no sólo como prestadoras de servicios, como han sido hasta ahora, sino compartiendo las reservas petroleras.
 
 

Esos grandes conglomerados privados tienen enormes ganancias, pero carecen de lo principal: el petróleo y el gas. En sus cálculos, Pemex tiene una gran importancia, toda vez que las petroleras estatales que son su competencia desarrollan ya procesos de compra de tecnología e instalación de plantas de transformación de los hidrocarburos, en la perspectiva de desplazar del mercado internacional a los enormes corporativos privados.
 
 
Pemex es dueña de lo principal: el petróleo y gas, y cuenta además con instalaciones petroquímicas y de refinación muy valiosas. Ahí radica su fuerza. Con un plan de reinversión en la industria energética se colocaría entre las más poderosas del mundo, por ser una empresa estatal y poseer el control del 100% de sus yacimientos.
 
 

Compartir esta riqueza con las petroleras gigantes es un grave error que camina en sentido inverso a una tendencia mundial: mientras los países recuperan el control sobre sus recursos energéticos, al considerarlos un bien estratégico, aquí se pretende andar al revés. Peña Nieto va contra la historia de México y contra la realidad presente del mundo.
 
 
Senadora de la República.
 
 
 

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