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El debate y la burbuja de Anaya

Juan Ignacio Zavala escribe sobre la forma en que el candidato por la coalición 'Por México al Frente' finalmente destacó en el debate presidencia.

El anayismo está de fiesta. Finalmente el desangelado Ricardo Anaya destacó en algo que no fuera cantar. El debate del domingo era su gran oportunidad de presentar una de sus facetas más reconocidas en el ámbito político: la de polemista. Anaya aprovechó la oportunidad y refrendó su bien ganada fama de ser gran debatiente. Como su campaña venía volando bajo, el debate vino a darle el ánimo a una candidatura que parecía extraviada en el espacio sideral, lugar donde el candidato frentista cree que transcurre el proceso electoral. Sin lugar a dudas, Anaya se maneja con mucha soltura en el ambiente del debate y la polémica. Como profesional de esos temas se preparó y traía un dominio completo de los turnos y los tiempos (cosas en las que Andrés Manuel resultó una verdadera nulidad y le resultó imposible defenderse cuando más lo necesitaba). Sus frases, el ritmo que puso a sus intervenciones fue muy bueno. Sin embargo, es un iglú, un pedazo de hielo, un hombre frío, incapaz de transmitir una emoción.

Por supuesto, y con toda lógica, el equipo de Anaya realiza una campaña diciendo que es el triunfador del debate y que por lo tanto la batalla se acabó y que la competencia es entre Ricardo y López Obrador. No está fácil que mantengan este momento aunque cuenten con un gran apoyo de la comentocracia y el empresariado. La burbuja positiva de Anaya en el ambiente político y de opinión, no necesariamente se va a reflejar en los números de las preferencias electorales. Lo sabremos en las siguientes encuestas, ya algunos expertos dicen que el debate fue un buen evento pero que difícilmente va a cambiar las preferencias en este momento.

Por otro lado, la burbuja de Anaya la pueden pinchar sus adversarios. Tanto AMLO como Meade no están mancos y querrán tomar revancha del festejo frentista. Si bien López Obrador no perdió el debate –era difícil que esto sucediera– mostró fastidio y enojo, desprecio por sus adversarios y por el debate mismo para el que evidentemente no se preparó porque no lo juzgó relevante. Fue una reacción de la conocida soberbia lopezobradorista cuando siente que ya ganó y no tiene que hacer nada. Resurgió su perfil ayatolesco, furibundo y quedó claro que solamente se siente a gusto en un ambiente de adoración a su persona. Además se vio cansado, con ganas de irse a pegar estampitas del Panini. Para sorpresa de todos lanzó un video a media noche con sus comentarios sobre el debate. Se dio cuenta que se había equivocado. Seguramente algo hará para moverse rápido y tratar de quitarle la sonrisa al anayismo.

Meade, que tuvo un buen desempeño, sufre también la ofensiva mediática de la burbuja anayesca. En el debate dio muestra de que ya le gustó el pleito y se trabó con Anaya en agrias acusaciones que dejaron ver que no piensa dejarle el papel al panista de ser el retador del puntero. Fue claro para todos la animadversión entre los dos candidatos (al parecer Ricardo Anaya tiene gran facilidad para generarse encono) y apenas a unas semanas del arranque de las campañas no se puede decir que esto está definido, por lo que no parece tan sencillo por el momento dar por descartado al representante del PRI en la batalla por el segundo lugar.

Podemos decir que el debate del domingo fue el verdadero arranque de las campañas, que apenas entrarán en calor y que todo puede cambiar. Se va a poner bueno.

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