Autonomía Relativa

Durazo

El problema con Alfonso Durazo es que estamos ante un próximo secretario de Seguridad que por sus antecedentes no pasaría el examen de confianza para ser policía. En esas estamos.

"El énfasis en la lealtad delata al traidor". Javier Cercas

"Es imprescindible ser leal porque es en la lealtad que pudiera darse un esfuerzo, un sacrificio de quienes presten esta tarea". Estas son palabras de Alfonso Durazo en agosto pasado (La Jornada 10/08/18). El traidor sabe como nadie, ni siquiera como el traicionado, las enormes posibilidades de la deslealtad. Pocos personajes de traiciones tan viles hay en la política mexicana de las últimas décadas como Alfonso Durazo. Ni más ni menos que a un presidente de la República en funciones. Es el Iscariote mayor, no hay duda de eso. Hombre torvo, escurridizo, de palabra hueca, que prefiere los lúgubres pasillos a los pasajes alumbrados, inspira la desconfianza del que uno sabe capaz de todo a cambio de muy poco: la satisfacción de atemperar algún viejo rencor o del reconocimiento de alguien que de alguna manera lo acompleja.

Como es sabido, Alfonso Durazo fue secretario privado del asesinado Luis Donaldo Colosio, y fue militante priista durante años, a lo cual renunció sin problemas para sumarse a la campaña del entonces panista Vicente Fox, quien le dio uno de los puestos más delicados que tiene un presidente: secretario particular. Con el tiempo, Fox agrandó su confianza en el sonorense. Mientras más confiaba el presidente en él, más honda clavaría la daga traidora Durazo.

En los días posteriores a su renuncia, en 2004, Joaquim Ibarz, corresponsal del periódico español La Vanguardia, escribió: "Por su naturaleza y nivel, el secretario particular de un jefe de Estado debe reunir a la vez tres requisitos: lealtad, institucionalidad e incondicionalidad. Ni uno solo ha cumplido Durazo, quien con una carta abierta de renuncia, rompe con todos los principios de ética".

Por supuesto, fue recibido con los brazos abiertos por ya sabemos quién, que desde entonces sabía que tenía que rodearse de quien fuera para lograr su objetivo, y que siempre es bueno en política tener a la mano a alguien capaz de cualquier bajeza, alguien en que la ruindad sea campo conocido y no le genere remordimiento alguno. La carrera política de Durazo da para esas misiones.

Pero eso es el pasado. El problema ahora es que la cuarta transformación ha puesto al frente de la seguridad pública del país al señor Durazo, que desde hace meses a la fecha solamente ha mostrado ignorancia mezclada con incompetencia. Menciona cifras sin sentido, no ha podido siquiera diseñar respuestas medianamente claras al reto que afrontará. Las tareas que le encomendaron son de impacto nacional y directamente en las familias mexicanas. Nadie le pide que tenga lista la solución impecable e inmediata al problema, pero sí un poco de seriedad. Hablar de manera improvisada con datos sueltos puede generar temor entre la sociedad. Decir que hay un "ejército de 460 mil niños armados hasta los dientes" es una irresponsabilidad absoluta, como ya se lo señalaron los especialistas Alejandro Hope y Eduardo Guerrero.

Es público que Durazo le compró al hijo de un conocido narcotraficante un terreno. Sorprende que una persona informada como él, tomara el riesgo de hacer esa transacción. Eso, por supuesto, no significa que el sujeto esté metido con el crimen organizado, pero llama la atención por la ligereza con que toma las relaciones comerciales con dinero de dudosa procedencia. El problema es que estamos ante un próximo secretario de Seguridad, que, seguramente por sus antecedentes, no pasaría el examen de confianza para ser policía. En esas estamos.

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