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AMLO, ¿hacia la amarga victoria?

Juan Ignacio Zavala escribe que, en la campaña de AMLO, están apabullados por sus propia historia del fraude, víctimas de sus fobias, todo se les va en el coraje.

Según algunas encuestas, entre ellas la de El Financiero en la cual creo, Andrés Manuel López Obrador lleva más de veinte puntos de ventaja sobre Meade y Anaya. Es una barbaridad de puntos. Recordemos que Fox ganó por cuatro puntos y fue un triunfo incuestionable e irreversible. Peña ganó por poco más de seis puntos y fue, por supuesto, un triunfo holgado. Durante un tiempo nos hemos acostumbrado a resultados cerrados en las elecciones, uno o dos puntos, pero que son incuestionables y, por lo general, se aceptan los resultados. Fuera de las elecciones del 2006, las victorias electorales por más cerradas que se vean, los resultados son de alguna manera previsibles en las encuestas. Claro que las encuestas han fallado en algunos procesos pero no ha sido la norma. Digamos que es difícil que se equivoquen todas las encuestas por una enorme cantidad de puntos como las que han salido en estos días.

Sin embargo, más allá de las encuestas, parece que el ánimo de la campaña de Andrés Manuel es el de siempre: el de la derrota, el fracaso y la amargura. Según los números van ganando, sobrados y son incapaces de sonreír. Nada les importa ya aquella simpática etapa del Manuelovich y los chistines –como los que hizo en el debate- que le dieron otra cara al candidato de Morena. Los habita el rencor. Cualquier candidato ya hubiera armado, con menos de la mitad de diferencia de puntos que marcan las encuestas, una campaña alegre, de ánimo nacional, que le diera un giro a la amargura de siempre y la trocara en alegría por la posible victoria.

Pero no, lo suyo no es lo festivo. Acostumbrados a perder no creen que vayan a ganar. Pareciera que más que el triunfo anhelan la revancha; más que la satisfacción de lo ganado, la sensación del desquite es lo que los mueve. Por eso los insultos, las advertencias, las amenazas. El día de ayer en estas páginas Salvador Camarena trajo a colación una mesa del lunes pasado entre los coordinadores de campaña de Morena –Tatiana Clouthier-, del PRI – Aurelio Nuño-, y una senadora del PAN de cuyo nombre prefiero no acordarme. La señora Clouthier, según los testigos, salió fúrica de la cabina increpó a los asistentes de la senadora panista y les gritó que tenían que educarla ¿Es ese el ánimo de quien va arriba de las encuestas veinte puntos?

No deja de sorprender que sigan en el mismo tono de la derrota. Apabullados por sus propia historia del fraude, víctimas de sus fobias no pueden ver hacia delante con plenitud, todo se les va en el coraje, en los avisos de "cobro de facturas", "agravios históricos" y demás fantasías alimentadas por mentes que describen su vida como una consigna. Así, con el humor agrio, con la baba de la rabia colgando de los labios, con el dedo señalando culpables aceptan, parece que a regañadientes, que las encuestas los ponen como punteros.

Es algo extraño, insisto, ahora que según los números pueden ganar que no vayan hacia delante sino que se queden en la retaguardia. Se entiende que, para ellos, han sufrido engaños y fraudes, cada quien es un damnificado de sus propios mitos. Pero es increíble que en lugar de anunciar la luz, se preparen para vivir en las tinieblas. A la mejor es dónde les gusta vivir.

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