Juan Antonio Garcia Villa

Sobre la vicepresidencia de México

Juan Antonio García cuenta su experiencia de cuando fue subsecretario de Economía durante el mandato de Fox y sobre cómo llegamos hasta el caso en Chihuahua.

Lo que a continuación se contará ocurrió hace alrededor de quince años. Sucedió en el gobierno de Vicente Fox, durante el cual los primeros cinco años fui subsecretario de Economía. Tenía esta dependencia como Comisario por la hoy denominada Secretaría de la Función Pública a un profesional de la arquitectura metido a la función de contraloría, de apellido Carrera.

A pesar de su formación, el arquitecto mostraba conocimientos enciclopédicos en materia de administración pública. Tenía, en su trabajo, un gran dominio de los métodos, procedimientos y organización burocráticos. Además de la Secretaría de Economía, era asimismo Comisario de Comunicaciones y Transportes y Sagarpa, si recuerdo bien. Hasta que llegó el momento de su jubilación, hace más o menos tres lustros.

Tengo presente que un buen número de funcionarios de las tres mencionadas dependencias de las que él era Comisario, nos organizamos y le ofrecimos una despedida, con brindis y bocadillos, en el restaurante La Cava, ya desaparecido, cercano a Ciudad Universitaria. Estaba tan relajado, contento y liberado el arquitecto Comisario, que pronunció en tono cordial y amistoso un singular discurso de despedida que a todos nos sorprendió.

Al principio no podía yo creer lo que oía. Fue la suya una pieza oratoria bien dicha, no leída, en tono persuasivo y con sólida argumentación, que no quedaba más que ir asintiendo y llegar al convencimiento que lo que él decía lo acreditaba nuestra experiencia, pero que por una u otra razón no se había caído cabalmente en la cuenta.

Expresó que el gobierno mexicano no podría llegar a ser verdaderamente eficaz, ágil y dinámico, con respuestas rápidas, oportunas y apropiadas según las circunstancias, a veces muy cambiantes, mientras siguiera existiendo una extraoficial pero muy poderosa vicepresidencia de la República. ¿Qué quiso decir con semejante afirmación el señor arquitecto y gran conocedor de los meandros de la administración pública federal?

Con los ejemplos que fue desgranando quedó claramente de manifiesto que en su discurso de despedida el orador se estaba refiriendo a la Secretaría de Hacienda, a la cual calificó como una especie de Vicepresidencia. Es incuestionable que las finanzas públicas se deben manejar con orden y disciplina. De esto no cabe ni puede caber duda alguna. Pero otra cosa muy diferente es que la dependencia que administra los ingresos y el gasto pretenda tomar las grandes decisiones en materia de políticas públicas y frecuentemente en asuntos de menor relevancia y hasta otros francamente insignificantes. Pero así es la gente de Hacienda. Cualquiera con experiencia burocrática lo sabe perfectamente.

Santo y bueno que se trate, como en buena medida así es, de funcionarios muy profesionales que hacen carrera en el área hacendaria, en simbiosis con los del Banco de México. Hasta ahí está bien. Pero otra cosa muy diferente es que se hayan convertido en una casta privilegiada y todopoderosa con pretensiones de decidir todo, aunque no sea de su competencia desde el punto de vista legal y político. Muy mal.

Lo anterior viene a cuento por el lamentable papel que todo parece indicar asumieron los funcionarios hacendarios en la triangulación de dineros para financiar las campañas electorales del priismo. Como claramente ha quedado de manifiesto en el asunto puesto al descubierto en Chihuahua por el gobernador Javier Corral. Qué lástima que el área profesional por excelencia del gobierno federal haya llegado a niveles tan bajos.

COLUMNAS ANTERIORES

El manotazo como estrategia ante la derrota
El debate del domingo y los dos que faltan

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.