Juan Antonio Garcia Villa

La pérdida del capital político

Las contradicciones ya dejan ver el principio del fin de la 'luna de miel' que inició el 1 de julio entre el gobierno que sale y el que arranca a partir del 1 de diciembre.

Se ha vuelto un deporte nacional muy socorrido estar a la caza de las mutaciones en que a la vista de todos está incurriendo Andrés Manuel López Obrador. No tiene caso citar aquí la extensa serie de contradicciones en que numerosos editorialistas han pillado al presidente electo, entre lo que dijo siendo candidato y lo que ha venido declarando después de concluido el proceso electoral.

Pero el problema es que las contradicciones no han sido solamente de él, sino también de quienes integran el que será –ya de hecho es– su más cercano equipo de colaboradores, pues ya prácticamente todos han quedado nombrados, desde secretarios de Estado para abajo.

El asunto se complica cuando esos colaboradores cercanos de AMLO, de alto rango, además de contradecirse entre lo que antes ellos mismos afirmaban y lo que ahora sostienen (los Alfonsos, Durazo y Romo, son apenas una leve muestra), abiertamente contradicen lo sostenido por su jefe. Esa catarata de dislates no puede continuar sin que le signifique un costo político, que como diría Perogrullo puede ir de pequeño a enorme, al próximo titular del Ejecutivo federal.

En el caso de López Obrador no se puede decir, como sí de otros muchos, que su capital político lo adquirió rápido y fácilmente. No, como bien consta al ciudadano común. Pero ese capital político tan arduamente logrado lo puede ir perdiendo de manera acelerada.

Por lo pronto ya se nota el principio del fin de la "luna de miel" que inició el 1 de julio, el mismo día de las elecciones. No sería remoto que en las diez semanas que faltan para rendir protesta pierda lo ganado entre la fecha de la jornada electoral y el momento, ya claramente percibido, en que empezó a terminar la llamada "luna de miel".

Además de las declaraciones notoriamente contradictorias de AMLO y su gente, están las conductas, los hechos políticos que a amplios sectores ciudadanos les han parecido desaseados, por decir lo menos, cuando no francamente arreglos al más puro estilo del viejo régimen. Componendas, transas, mercado político de baja estofa.

Como ejemplo de esas prácticas sucias está la doble votación que la mayoría morenista impuso en el Senado para conceder licencia, primero denegada, al senador Velasco a fin de que regresara a Chiapas a convertirse en gobernador sustituto de sí mismo. Naturalmente para después regresar a la Cámara alta y quedar cobijado por el fuero. Maniobra sucia desde el punto de vista jurídico, ético y político. Y su complemento: el trasvase de varios diputados verdes a Morena, los necesarios para que el grupo parlamentario de AMLO en la Cámara baja alcance por sí mismo mayoría absoluta y consolide así su dominio en este cuerpo legislativo.

Si por las vísperas se conoce cuánto después habrá de suceder, ya desde ahora es posible pronosticar lo que viene después del 1° de diciembre. Ya iniciado el deslizamiento en el tobogán, será cada vez más difícil el retorno. Porque siempre es cuesta arriba, muy difícil rectificar. Y más aún cuando en política se trata de grupos radicales, mesiánicos, maximalistas. Se dirá que allá ellos; pero no es así.

El gran problema que se advierte tiene dos ángulos. El primero, que no debemos olvidar la reiterada propuesta de AMLO de someter su mandato a referéndum, periódicamente. No creo que se convoque expresamente a uno, pero las elecciones intermedias de 2021 harán las veces de tal. Y si en los comicios locales previos a Morena le empieza a ir mal y la caída en el tobogán continúa, seremos testigos (y muchos otros también actores) de un proceso electoral tormentoso. Al bajar seguramente sus índices de aceptación y de popularidad, la reacción de los morenistas y sus aliados será tremenda, harán palidecer a las viejas prácticas priistas. Aquí estará el gran problema.

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