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La comunidad mexicana, en riesgo

     

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Esa es hoy una realidad insoslayable y debemos verla de frente. Sólo así podremos pasar a la acción.

Esta comunidad está formada de 35 millones de personas: 23 millones de ellos nacieron en Estados Unidos y cerca de 12 millones son nacidos en México, de los cuales 5.6 millones viven en ese país de manera no autorizada. En diez millones de hogares estadounidenses hay por lo menos un residente mexicano. Ni allá ni acá hemos visto ni suficiente ni correctamente a esta comunidad.

En Estados Unidos no se han reconocido sus capacidades y contribuciones al desarrollo de ese país. Los mexicanos, todos, han aprovechado lo que nuestros vecinos les han ofrecido y están reconocidos y agradecidos por ello. Hoy se les responsabiliza de actos que no los reflejan. Se les acusa de desplazar mano de obra, de cometer delitos. Todo lo contrario. Los mexicanos en Estados Unidos trabajan, pagan impuestos, respetan y contribuyen a los valores de una sociedad que les ha brindado oportunidades; son bilingües y asumen las responsabilidades y obligaciones que se derivan de vivir en esta sociedad. Transmiten a sus hijos los principios de la familia, la dedicación, el esfuerzo y sobre todo, con orgullo, el amor a México y a Estados Unidos. Por mucho, no son los responsables de la falta de empleo, por el contrario, desempeñan trabajos que son fundamentales para la economía estadounidense sin desplazar mano de obra nativa. Muchos estudios demuestran estos hechos.

México tampoco los ha mirado correctamente. Esa es una realidad que como sociedad debemos aceptar. Hemos querido sacar ventaja de ellos, aprovechar sus remesas, que representan la primera fuente de divisas no petroleras, de las que dependen 1.4 millones de hogares en México o, peor aun, hemos sido omisos ante sus problemas. No los hemos sabido o querido ayudar para que se desarrollen de mejor manera allá, en donde viven. A que accedan a servicios de salud, de educación. Reconociendo los esfuerzos que sobre todo desde la sociedad civil se han desarrollado, estamos muy lejos de la dimensión de sus problemas. Por nacionalismos mal encauzados queremos que volteen a ver a México, pero México no los voltea a ver. Todavía hoy, ante los problemas que enfrentan, de manera mezquina hay quien quiere sacar raja política en México, para su agenda o la de su grupo. Si hace falta un pacto nacional incluyente, es justamente para apoyar a esta comunidad.

Hoy muchos de ellos enfrentan un ambiente hostil y el miedo a ser deportados. Esas deportaciones no resolverán ningún problema. Por el contrario, el daño a la economía de ambos países será considerable. Esas deportaciones sólo separarán familias estadounidenses. Se estima que en 1.7 millones de hogares en Estados Unidos, el padre o la madre es mexicano indocumentado, pero no el resto de la familia, 1.7 millones de hogares que perderán a sus padres y que hoy los ven salir a trabajar con el temor de que no regresen. Debemos hacer algo y debemos hacerlo ya.

Ellos son quienes necesitan programas de protección migratoria, de asesoría legal. Qué bueno que por fin los vemos, pero hagamos algo. Dediquemos la red consular, la más grande que tiene un país en otro, a esas labores. Apoyemos a la sociedad civil y a las organizaciones que desde hace años ayudan a los migrantes. Ahí están, desde hace mucho, cercanos a la comunidad.

Apenas ayer, el portal Sin Embargo daba cuenta de que en un restaurante en Estados Unidos unos comensales escribieron la siguiente leyenda: "Todo fue bueno, pero el dueño es mexicano. No volveremos, América primero". Frente a esto, la protección legal y el cierre de filas con los nuestros resulta urgente e indispensable.

Twitter: @JosefinaVM

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