Visto desde Nueva York

La deuda mundial es una bomba de tiempo

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Según el arqueólogo Arthur Demarest, la civilización maya se colapsó porque su sociedad desarrolló élites que creían merecerlo todo –jade, obsidiana, pieles–, se volvieron parásitos que agregaban poco, obsesionadas con caprichos frívolos.

El mundo contemporáneo podría padecer un mal análogo. En Europa, Japón, Estados Unidos, e incluso China, los gobiernos parecen dispuestos a hacer lo que sea por preservar un statu quo insostenible. Por décadas, éste ha sido financiado con endeudamiento creciente.

Algunas cifras lo comprueban. El endeudamiento total de la economía más grande del mundo, Estados Unidos, ha pasado de 150 por ciento del PIB en 1987 (cuando Greenspan entró a presidir la Reserva Federal), a 365 por ciento del PIB hoy (llegó a ser 390 por ciento alrededor de la crisis de 2008).

Ese endeudamiento ni siquiera considera las obligaciones que el gobierno ha asumido a nivel municipal, estatal y federal por programas de entitlements (pensiones del Seguro Social, Medicare, Medicaid, etcétera). Si el gobierno estadounidense reportara números con principios contables generalmente aceptados, como empresa privada, la deuda total del gobierno no sería de 17 billones de dólares (millones de millones de dólares, es decir 100 por ciento del PIB), como se dice, sino de 205 billones, es decir, 12 veces más grande que la economía. El pago anual de entitlements absorbía 28 por ciento del gasto público en 1970, hoy 72 por ciento.

Cuando se habla de "reducir el gasto", a lo mucho se juega con el 28 por ciento restante, y si consideramos al intocable gasto militar, el campo de maniobra es aún menor.

El crecimiento de la deuda en China ha sido alarmante también. Según la empresa de consultoría McKinsey, la deuda total china pasó de 158 por ciento del PIB en 2007 a 282 por ciento en 2014. Claramente, el vigoroso crecimiento chino de los últimos siete años provino exclusivamente de endeudamiento. Peor aún, no hay claridad sobre a cuánto asciende la deuda del gobierno, pues no es claro cuánto de la deuda local es realmente federal. Los gobiernos locales recurren a esquemas turbios para darle la vuelta a leyes que prohíben endeudarse directamente. Se estima que la deuda pública total asciende a entre cinco y siete billones (millones de millones) de dólares. Cuando le digan que China está blindada de crisis financieras porque tiene muchas reservas internacionales, recuérdeles dos cosas: primero, que el endeudamiento total es quizá el doble que las reservas, y que los bancos centrales tienen no sólo activos, sino también pasivos.

Si consideramos la utilización de capacidad naviera, demanda de energía eléctrica y que la inversión en activos fijos china alcanzó su punto más bajo en 15 años en el primer trimestre, es enteramente posible que el crecimiento chino -reportado en 7.0 por ciento- haya sido mucho menor, quizá tan bajo como 3.8 por ciento. El margen de maniobra se reduce.

Podríamos hacer análisis similares de países europeos o de Japón. En el primer caso, algo alarmante es que sus bancos todavía no digieren los problemas ocasionados por la crisis pasada. Por mucho, no están listos para enfrentar la que viene.

Dados los altos niveles de deuda en países industrializados, parece evidente la tentación de mantener las tasas de interés cerca de cero por tanto tiempo como sea posible. En vez de financiarse con impuestos, estos gobiernos lo hacen pagándole tasas de interés inferiores a la inflación a los ahorradores, justo cuando el número de trabajadores retirados llega a un punto máximo en países como Japón. Provocan una transferencia real de riqueza de la población ahorradora al gobierno.

¿Por dónde puede reventar esto? Por la creciente desesperación de ahorradores en búsqueda de mayor rendimiento. Eso los lleva a invertir en bonos de mala calidad crediticia, con tal de lograr tasas más altas. Si medimos la emisión de deuda corporativa en 2006 y 2007, punto máximo del exceso previo a la crisis de 2008, se emitieron 700 mil millones de dólares de bonos en esos dos años, 28 por ciento de éstos no tenían "grado de inversión (bonos chatarra). Entre 2013 y 2014, se emitieron 1.1 millones de millones de dólares, 71 por ciento chatarra.

Si prevalece el estancamiento económico mundial, o si las tasas de interés empiezan a subir, por una docena de razones posibles, habrá una oleada de defaults en deudas corporativas que podrían detonar la siguiente crisis. Además, la enorme emisión de deuda corporativa en dólares en países emergentes, cuando los ingresos de las empresas colocadoras están en monedas locales devaluadas, pueden hacer que el catalizador de la crisis ocurra ahí.

Como dije en mi columna pasada, ni remotamente hemos hecho frente a las razones estructurales de las crisis recientes. Los gobiernos tienen que gastar mucho menos y mucho mejor, tienen que decirle a sus pueblos que se retiren mucho más viejos, y que los años de depender del presupuesto público se acabaron. Si no lo hacen, el mercado les enviará un clarísimo (y muy doloroso) mensaje.

Twitter: @jorgesuarezv

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