Jorge Berry

Flake, Kavanaugh y el FBI

El columnista analiza el caso de Jeff Blake, quien condicionó su voto a que se congele el proceso durante una semana mientras el FBI investiga.

Jeff Flake es uno de los 100 senadores que componen la Cámara alta en los Estados Unidos. Su estancia en el Senado será sólo de un periodo de seis años, que termina este diciembre. Es, también, una de las víctimas del trumpismo radical. Si bien forma parte del Partido Republicano, cometió el pecado de ser crítico de algunas de las posiciones más extremas del presidente, y los republicanos de su estado, Arizona, rápidamente se lo hicieron saber. Flake tenía la certeza de que su conservadurismo moderado no tenía futuro en el partido. Ante una inminente derrota en la primaria republicana, Flake prefirió anunciar que no se presentaría a la próxima elección.

Con todo, Jeff Flake mantuvo la disciplina del partido. Sí, escribió un libro altamente crítico de Trump; sí, habló fuerte en el Senado sobre el daño institucional que estaba causando el presidente; pero no, esas posturas no se tradujeron en votos cruciales para aprobar las iniciativas de Trump. Esto le acarreó enfrentamientos con demócratas y republicanos moderados, entre ellos, el ya desaparecido John McCain, quien era el otro senador por Arizona.

Así navegaba Flake, sin mucha pena y poca gloria hacia el final de su mandato. No parecía importante su participación en el comité judicial del Senado, puesto que jamás se había opuesto a la mayoría que los republicanos ejercen en esa, y en todas las comisiones.

Cuando murió súbitamente el ministro Antonin Scalia, y se produjo la primera vacante en la Suprema Corte de Justicia de la era Trump, el comité no tuvo problemas en mayoritear la confirmación de Neil Gorsuch al Pleno, para convertirlo, poco después, en magistrado, pese a la intensa oposición demócrata. Finalmente, el nuevo ministro no alteraba el balance de la Corte, ya que entró un conservador por otro conservador. Pero cuando Anthony Kennedy anunció su retiro, las cosas cambiaron. Kennedy llegó a la Corte como conservador, nombrado por Ronald Reagan. Pero sus decisiones siempre fueron notablemente impredecibles. A veces votaba con los conservadores y muchas otras con los liberales, de acuerdo con los méritos de los casos y a su conciencia.

Trump, por supuesto, eligió un candidato radical para reemplazarlo. Brett Kavanaugh, hoy juez de distrito en Washington D.C., había demostrado en su trayectoria judicial que su visión del poder presidencial es más amplia. En artículos, expresó que el presidente no debía ser sujeto de procesos civiles y criminales mientras estuviera en funciones; es más, que ni siquiera debía ser investigado. Esto, a Trump, le pareció magnífico, así que lo postuló. Kavanaugh, férreo opositor al derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo, resultó bastante vulnerable, tal y como lo había advertido Mitch McConnell, el líder del Senado.

En las audiencias de confirmación en el comité judicial, mintió varias veces, evadió muchas preguntas y se cuidó de expresar sus posiciones en diversos temas, pero los republicanos, con mayoría de 11 a 10 en el comité, parecían enfilarse a una confirmación rápida. Fue entonces cuando apareció la Dra. Christine Blasey Ford, acusando a Kavanaugh de intento de violación cuando ambos estaban en secundaria.

La controversia que se desató fue descomunal. Los republicanos intentaron, pero no pudieron, votar en comité para llevar la confirmación al Pleno, pero fue tanta la presión pública, que el senador Chuck Grassley reabrió las audiencias de confirmación, y citó a la doctora y al juez para comparecer el jueves 27.

Primero, la doctora contó su historia con desgarrador detalle. Dijo que estaba 100 por ciento segura de que su agresor fue Kavanaugh. Luego, compareció el juez, quien vehementemente, y a veces fuera de control, defendió su inocencia. Los demócratas exigían, desde que se hicieron públicas las acusaciones, que el FBI investigara más a fondo. Los republicanos se negaron, y al día siguiente, el viernes 28, programaron el voto en comité para llevar la confirmación al Pleno.

Una hora antes del voto, los demócratas perdieron las esperanzas. Jeff Flake, el senador por Arizona, el que ya se va, el que no comulga con Trump, anunció que votaría a favor de Kavanaugh. El asunto parecía cerrado.

Flake salió de su oficina a tomar un elevador rumbo al salón de sesiones para votar. Ahí, fue interceptado por dos mujeres que se interpusieron, y no permitieron que la puerta cerrara, y empezaron, entre sollozos y gritos, a explicarle al senador que ellas también fueron víctimas de agresiones sexuales, y que confirmar a Kavanaugh sin siquiera investigar, era una clara agresión contra las víctimas de delitos sexuales. (Una de cada tres mujeres es víctima en EU. Aquí, la cifra puede ser peor.)

Flake llegó a la sesión descompuesto, se levantó a la mitad, pidió al senador demócrata Chris Koons que lo acompañara, y entraron a una sala de juntas contigua. Los demás republicanos se preocuparon, y con razón: Jeff Blake condicionó su voto a que se congele el proceso durante una semana mientras el FBI investiga. Y no le pudieron decir que no. Su solitario voto podría haber derrumbado la nominación de Kavanaugh, quien de cualquier forma, quedó seriamente cuestionado.

Veremos qué dice el FBI.

Continuará…

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