Jorge Berry

Botón de emergencia

Jorge Berry asegura que el oscurantismo avanza a paso lento, pero firme, en el mundo. ¿Será la extinción de la especie humana? ¿O seremos capaces de apretar el botón de emergencia?

"Quien no conoce la historia, está condenado a repetirla". La frase, generalmente atribuida a Napoleón Bonaparte, suena llena de sabiduría, y es una efectiva arma de debate, ya que se da por descontada su veracidad. Pero lo cierto es que la historia ni es un bloque de granito inamovible, ni es un dogma que no admita interpretaciones, ni es tampoco un valor absoluto. La historia la escriben los ganadores, y eso ocurre desde que el Homo Sapiens dominó el amanecer del género humano. No nos llegaron las crónicas de ese proceso desde el punto de vista de Homo Neanderthalis, que probablemente podría haber argumentado serias violaciones a sus derechos humanos.

Todo esto viene a colación porque parece que este Año del Señor 2018 empieza a reunir elementos que conducen a un momento de crisis existencial, no para el planeta, que es mucho más fuerte que todos sus habitantes, sino para la supervivencia de la especie dominante, que somos nosotros.

Me podrán acusar de exagerado, y ojalá tengan razón, pero los conflictos, grandes y pequeños, se multiplican en un escenario en el que, desde hace unos 50 años, ya somos capaces de causar lo que los astrofísicos llaman "un evento de extinción", no sólo con el armamento nuclear, sino también con el biológico y químico.

Esta espiral tecnológica nociva está en manos de fuerzas históricas incontrolables. El campo de batalla religioso es la amenaza más grave que enfrenta el hombre, porque enfrenta a los humanos en un conflicto basado totalmente en asuntos de fe, inspirando un fanatismo que lleva a destruir los mecanismos cerebrales que nos permiten razonar, y que son precisamente el arma original que nos convirtió en la especie dominante.

La naturaleza y la evolución son sabias, y hasta infalibles en un sentido biológico. Los dinosaurios aparecieron en la tierra hace 250 millones de años, y ante las condiciones favorables del ecosistema que habitaban, se convirtieron en la especie dominante, florecieron y se multiplicaron. Conocemos más de mil especies de dinosaurios terrestres, pero hace 66 millones de años un asteroide impactó la tierra en Yucatán, y cambió de un día para otro el ecosistema del planeta. Desaparecieron los dinosaurios, y comenzó un nuevo ciclo evolutivo y de adaptación, que condujo al Homo Sapiens. Esto no es bueno ni malo, simplemente así ocurrió. La naturaleza no emite juicios de valor, sólo se adapta y evoluciona.

Lo mismo hará con nosotros. La única diferencia es que, por primera vez, la propia especie dominante puede causar su extinción, y la naturaleza se encogerá de hombros, sabrá que hubo algún defecto en nuestro proceso evolutivo que no se adaptó a las condiciones existentes, y que cometimos suicidio.

Pero así como somos capaces de provocar nuestra propia desaparición del planeta, también somos capaces de evitarla. Tenemos que apretar el botón de emergencia para fortalecer el marco de valores exclusivamente humanos, que nos hace lo que somos, y que nos debe permitir salvar las diferencias, ante una emergencia global.

No está fácil. En el escenario internacional actual, el oscurantismo avanza a paso lento, pero seguro. Putin, Trump, los ayatollhas, Le Pen, Maduro y tantos otros aprovechan para beneficio propio la ignorancia popular, y la usan para enfrentarnos. Ellos están lejos de los acontecimientos que desencadenan. Ningún ayatollah se pone un cinturón de explosivos para cometer un acto terrorista. Maduro se indigna y acusa a Estados Unidos de provocar hambre en su país, pero él está cada vez más gordito. Entre Trump y Putin están empeñados en desmembrar y enfrentar a los estadounidenses, que son tan víctimas como los venezolanos, mientras ellos engordan sus cuentas bancarias. Las posturas antiinmigrantes de Le Pen en Francia, y otros radicales en Europa, fortalecen la división entre elementos de sus sociedades. Todo esto no parece presagio de arribar a un puerto seguro.

Deliberadamente, omito hacer paralelos de esta visión sobre lo que vivimos en México, porque no se trata de argumentar a favor o en contra de algún candidato. Sólo pretendo, y es lo único que podemos hacer los ciudadanos de a pie, contribuir con algunos elementos para que cada quien tome una decisión informada, pero defendiendo el más alto valor que poseemos, y que sin duda está en peligro: la libertad.

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