La Nota Dura

El cansancio

El gobierno no sólo debe apostar a que quienes roban gasolina se cansen, ojalá voltee también a un gran sector de la población que ve un plan sin rumbo definido.

La semana pasada escribí en este espacio la manera en la que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador combatía el robo de combustible; lo explicó la secretaria de Energía, Rocío Nahle, en una entrevista radiofónica: "Se van a ir liberando los ductos conforme se han estado interviniendo, conforme se han estado empaquetando cuando se ve que hay una toma clandestina. Pemex ha estado poniendo a funcionar ductos; por ejemplo, metió a trabajar el de Salamanca-León, estuvo apenas unas horas trabajando cuando detectamos que nuevamente viene una caída de presión, esto provoca que se cierre el ducto por protocolo y hay que intervenirlo nuevamente". Ahí la estrategia del gobierno, no es que de manera permanente cierren los ductos, se abren de acuerdo con un plan, se revisa la presión a través del SCADA y si se detecta una baja de presión por una toma clandestina, se cierra por protocolo. Se despliega un operativo de seguridad y se trata de capturar a los delincuentes. Explicado esto, tienen lógica las palabras del presidente al decir: "¿Quieren jugar a las vencidas? No van a poder con la voluntad del pueblo de que se acaben ya, de una vez, para siempre, la corrupción y la impunidad. Basta de robos y saqueos (…) Por eso esta decisión de decir no al huachicol. No nos vamos a dar por vencidos, a ver quién se cansa primero, porque hay acciones de sabotaje". Así que "a ver quién se cansa primero", dice el Ejecutivo al combate al robo de gasolina. La misma pregunta que tiene el presidente en la cabeza, la tenemos millones de mexicanos: ¿Hasta cuándo? ¿Cómo saber que está siendo efectivo el plan? Ojalá lo sepamos pronto.

Ayer, el periodista Diego Enrique Osorno, en las páginas del diario Milenio, publicó un extraordinario trabajo titulado "Robar a Pemex es más redituable que ser zeta", una entrevista con un antiguo miembro de Los Zetas que había cambiado de giro delictivo y llevaba un sexenio robando gasolina en el centro del país. Él responde la pregunta al aire del Ejecutivo, él nos da una brújula de lo que tienen en la cabeza los delincuentes que hicieron de este delito una industria ilegal de 60 mil millones de pesos al año: "Mientras siga pasando gasolina por los tubos, se va a seguir continuando este negocio. El gobierno trata de detenerlo pero, como hay mucha gente que se dedica a eso y lo mucho que les gusta el dinero, aquí puedes invertirle". El delincuente hace una radiografía del robo, le platica al periodista con qué instrumentos hacen la ordeña, a qué hora, dónde, cómo, cuánto se tardan y hasta cuánta gente necesitan; describe la función de cada uno, habla de las fiestas cada 15 días, de la distribución de las pipas, de quiénes lo compran y de cómo Las Palomas –una especie de cuidadores de ductos de Pemex– son fácilmente comprados; también habla de cómo compran el silencio de la gente y de cómo una toma clandestina puede abastecer al mercado negro hasta un mes. El testimonio del huachicolero es imperdible, nos ayuda a comprender a qué se enfrenta el gobierno en funciones, de cuánta gente depende y de cómo no será una lucha fácil, no será una lucha que se resuelva abriendo y cerrando ductos.

No podemos apelar al cansancio de los delincuentes, la respuesta del gobierno no puede ser "jugar unas vencidas" con el crimen organizado, no alcanza el discurso de López Obrador suplicando a la gente que no le siga el juego al mercado negro; ojalá esta semana el gobierno nos muestre las CONSECUENCIAS de ser un delincuente dedicado al robo de combustible, ojalá nos muestren las detenciones y los avances en los últimos 10 días del plan de cerrar y abrir los ductos.

El gobierno no sólo debe preguntarles a los delincuentes a ver si se cansan, ojalá voltee también a un gran sector de la población que, aunque apoya la medida, ve un plan sin rumbo definido que puede traducirse en un cansancio justificado.

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