Jaime Sanchez Susarrey

La derrota de Anaya

Anaya hizo una pésima campaña; por eso los 10 puntos de diferencia, a principios de año, se transformaron en 30, el primero de julio.

Imposible soslayar la importancia que tuvo la ofensiva de Peña Nieto contra Anaya, mediante la PGR. Pero asumiendo ese hecho, la magnitud de la derrota del candidato del Frente se explica por una pésima campaña.

No se puede ganar una elección si no se identifica al adversario y, además, se abre un segundo frente innecesario. Anaya decidió, en los hechos, no sólo no tocar a AMLO, sino enfocar todas sus baterías contra Peña Nieto, quien no estaba en la boleta.

No se puede ganar una campaña si no se cuenta con un equipo altamente eficaz e inteligente, responsable de delinear la estrategia y corregirla día a día. El cuarto de guerra de Anaya fue ineficaz y complaciente con sus propios errores.

No se puede ganar una campaña si el candidato a la presidencia no asume la responsabilidad y el liderazgo de su partido o coalición. Ricardo Anaya no lo hizo. Se sometió a una dirección colegiada, integrada por Santiago Creel, Jorge Castañeda, Agustín Basave, Dante Delgado y Damián Zepeda.

Dicho de otro modo, Ricardo Anaya se comportó como primus inter pares. No se atrevía a tomar posición frente a temas cruciales ni esbozar nombres de futuros integrantes de su gabinete, so pena de ser reprendido por el comité central de la campaña.

No se puede ganar una campaña si no se enarbola un programa puntual con prioridades muy claras. Anaya fue confuso y difuso: arrancó con el ingreso básico universal, que luego abandonó. Postuló una comisión internacional de la verdad que no interesaba a nadie, como no fuera alguno de su entorno más cercano. Y defendió el gobierno de coalición como panacea de eficacia y gobernabilidad.

No se puede ganar una campaña si se eligen mal los aliados y las batallas que hay que dar. La integración del PAN en el Frente por México, junto con el PRD y Movimiento Ciudadano, fue costosa (en candidaturas a senadores y diputados) y cero redituable en votos.

No se puede ganar una campaña si no se cohesiona al partido en torno a un liderazgo y un programa. Anaya no logró ni lo uno ni lo otro. Entre otras cosas porque no había programa, ni consenso panista acerca del Frente y fracturó el entendimiento con Margarita Zavala y los calderonistas.

No se puede ganar una campaña si se desperdicia uno de los pocos instrumentos que tenía para hacer propaganda e informar a la ciudadanía. Ni el PAN ni el PRD ni Movimiento Ciudadano aprovecharon los spots en radio y televisión para acompañar a su candidato.

No se puede ganar una campaña si se apuesta, como eje central, a ganar tres debates para catapultar al candidato. De entrada, porque el efecto de los debates es incierto. Y, en segundo lugar, porque el formato puede impedir que haya un ganador definitivo, como claramente ocurrió con el último encuentro en Mérida.

No se puede ganar una campaña si se no entiende la dinámica del conflicto y lo que Mao llamaba la contradicción principal. En el primer debate, AMLO estaba exhausto, contra las cuerdas, a punto del colapso, pero, justo en ese momento, Anaya interpeló a Meade y se armó la tremolina, permitiendo al candidato de Morena recuperar el aliento y la compostura. Sin embargo, ni el cuarto de guerra ni el propio candidato del Frente entendieron lo que pasó esa noche ni en el resto de la campaña.

No se puede ganar una elección si una estrategia errónea se repite una y otra vez hasta que concluye la jornada electoral. AMLO declaró que no procesaría a EPN. Anaya tomó la bandera y prometió encarcelarlo. Los números de las encuestas no se movieron a favor del candidato del Frente ni contra López Obrador. Pero ni Anaya ni el comité central tomaron nota.

Resumo: Anaya hizo una pésima campaña. Por eso los 10 puntos de diferencia, a principios de año, se transformaron en 30, el primero de julio.

Sin embargo, en el comité central prevalece una suerte de consuelo: perdimos, pero el PRI quedó en tercer sitio y está condenado a desaparecer. A final de cuentas, el verdadero enemigo de su campaña fue EPN y el tricolor. Se batieron por el segundo lugar y… lo obtuvieron.

Ahora, Ricardo Anaya debe hacerse cargo de todos esos errores. El PAN es el único partido que puede asumir la oposición a Morena y López Obrador. El cambio y su renovación pasan por la apertura del debate y una nueva dirección partidaria. Tratar de impedirlo sería una grave irresponsabilidad.

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