Jaime Sanchez Susarrey

Año 1 de Trump

    

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Los augurios y pronósticos más negros sobre lo que sería la presidencia de Trump han sido completamente rebasados. No sólo en relación a México sino a todo el mundo.

La lista de desplantes, excesos y abusos es interminable. Baste señalar la reciente amenaza de sancionar a los países que votaran contra Estados Unidos en la ONU, por el caso de Jerusalén; el retuiteo de mensajes antiislamistas de fascistas británicos; los insultos contra el alcalde de Londres; la falsa llamada que dijo haber recibido de Peña Nieto; y, por supuesto, la descalificación de la intervención rusa en el proceso electoral tachándola de fabricación.

Y a esto hay que agregar la salida de Estados Unidos (EU) del pacto climático, la declaración de Jerusalén como capital de Israel y, más cerca de nosotros, la renegociación del TLCAN, que bien podría terminar en su abrogación. Sin obviar el incremento de las tensiones con Corea del Norte, con el consecuente riesgo de una conflagración nuclear.

Por fortuna, paralelamente a estos desvaríos, los contrapesos a la presidencia en EU han funcionado, y hay una oposición ciudadana más fuerte al presidente, que registra la tasa de popularidad más baja de la historia de ese país.

En la lista de los principales tropiezos de Trump hay uno particularmente notable: haber despedido al director del FBI, James B. Comey, que derivó en el nombramiento del fiscal especial. Robert Mueller no sólo ha avanzado en las investigaciones, sino que ha logrado que algunos de los más cercanos a la campaña, como el general Flynn, estén cooperando con la fiscalía.

Internacionalmente el panorama no es mejor. Pese a las amenazas, que sí tuvieron efecto en el caso de México y Canadá, que se abstuvieron votar, la ONU condenó amplia y categóricamente la decisión de reconocer a Jerusalén como la capital de Israel.

En Europa, después del Brexit y de la victoria de Trump, la ola nacionalista, proteccionista y ultraderechista, que amenazaba el futuro de la Unión Europea, sufrió serios descalabros en Francia y Alemania. Las victorias de Macron y Merkel son una derrota personal del propio Trump, dado su apoyo a Marine Le Pen y su animadversión con la primer ministro alemana. Pero además, fortalecen el eje germano-francés que será clave para el futuro de la Unión Europea, ahora que Gran Bretaña está negociando su salida.

Todo lo anterior ocurre al mismo tiempo que el prestigio y la credibilidad de Estados Unidos, en todo el mundo, va en picada. Con su correlato natural. Los espacios vacíos están siendo llenados por otras potencias. China emerge como defensora del libre comercio y del pacto climático. Europa, liderada por Merkel y Macron, no arría las banderas ni los principios de mundo occidental.

Sin embargo, este panorama ha sufrido un cambio drástico con la aprobación de la reforma fiscal de Trump. De entrada, porque es su primera y única victoria desde que tomó el poder. Pero además, el recorte de los impuestos y el efecto inmediato que tendrá en la población y el crecimiento, independientemente de que no sea viable en el mediano y largo plazos, incrementarán la popularidad del presidente y podría tener un impacto decisivo en las elecciones del próximo año.

Por otra parte, las tensiones con Corea del Norte podrían terminar en una confrontación nuclear. La semana pasada apareció un artículo en Newsweek que analiza las estrategias que debería implementar Trump, en caso de que estallara la guerra y Estados Unidos se viera en la necesidad de controlar el territorio y el arsenal nuclear norcoreano.

El fortalecimiento de Trump derivará en una mayor agresividad en todos los campos. La naturaleza del personaje está cantada. Y más aún, si arma una estrategia para consolidar su popularidad y obtener la victoria en la elección intermedia.

De manera tal que las noticias no son buenas ni para México, que seguirá enfrentando la ofensiva contra el TLCAN y los migrantes, ni para el mundo que lidiará con un personaje engallado que ha declarado a diestra y siniestra que la guerra es una solución viable en el caso de Corea del Norte.

Hillary Clinton no se equivocaba cuando advertía que sería muy, pero muy peligroso poner el botón nuclear en manos de Donald Trump. Y en esas estamos. Sad Christmas!

Twitter: @SANCHEZSUSARREY

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