Opinión

Izquierda, el mito de la privatización


 
 
Manuel Villa
 
 
Forzado por las llamadas izquierdas, el debate sobre la reforma energética está gravitando sobre un falso dilema: privatizar o no privatizar. Más allá de que el proyecto presidencial no parece encerrarse en ello, resulta grave que una decisión compleja se reduzca a opciones polarizadas. Las izquierdas en México siguen sin entender el mundo contemporáneo, como no entendieron el del siglo XX. Se opusieron a todo con mitos, como los de ahora, careciendo de alternativas consistentes.No se ve por qué las privatizaciones son malas en sí mismas, como pretende el izquierdismo.
 
 

Sostener este dogma significa asumir que el capital privado no ha cambiado considerablemente en México en los últimos treinta años. También, todavía más falaz, que es omnipotente, que ahí donde se establece, sea totalmente o como asociado, puede imponer su voluntad, sacar provecho desmedido y expoliar a todo mundo. Difícilmente se puede sostener tal peligrosidad de los inversores privados. Aún si así fuera, el mito supone una falacia.
 
 

La de que en México nada ha cambiado, que las organizaciones diversas, los partidos, la sociedad, la multiplicidad de intereses privados, la pluralidad en el Congreso, son incapaces de hacer contrapeso, de fijar términos de vigilancia y transparencia. Es decir, para las izquierdas, México es un país desvalido, donde el cambio es peligroso, ya que nadie puede oponerse al capital. Si es así, ¿para qué sirven las izquierdas en México?, ¿para qué se financia a sus partidos con dinero público, para qué tienen un número considerable de asientos en el Congreso?
 
 
Se dicen defensores de la nación, pero sólo la pueden defender si no cambia.
 
 
No menos inusitado resulta que las izquierdas y en particular del PRD, que han gobernado a la Ciudad, casi en monopolio, llamándose progresistas y abiertos al cambio, cuando se trata de cuestiones nacionales que reclaman reforma estructural, como ocurre en materia energética, se oponen al cambio. Cabe preguntar; ¿el sindicato de trabajadores de Pemex, como todavía el SNTE, el de la CFE, el del Metro, incluso en la Ciudad de México no han privatizado prácticamente a los organismos?
 

O, si se prefiere, se los han apropiado, colonizándolos, como territorio en monopolio para su provecho. La toma para fines corporativos de las empresas públicas es más nociva que cualquier conjunción de capital público y privado.
 
 

Su argumentación es ahistórica y antiprogresista, sostiene que lo que hizo un presidente, en este caso Lázaro Cárdenas, es inamovible; sólo que este presidente no estaba contra la participación privada en la industria petrolera (la restricción es posterior en reformas de 1958 y 1960); resulta ofensivo para el país defender un credo presidencial, según ellos, y negarse a enfrentar el agotamiento de una etapa de la nación.
 
 

El modelo de industria estatal monopólico fue virtuoso en el marco de un Estado que debía generar una nueva economía en una situación de atraso extremo. Hacia fines de1960 el modelo estatista había dado sus mejores resultados y empezaba a ser pernicioso. El status actual de Pemex pertenece a un tipo de Estado que se agotó, pero que dejó un país más fuerte, dinámico y diversificado y que tiene que forjarse una nueva etapa.
 
 
El Estado debe reformarse y es evidente que esa reforma requiere cambio de relaciones del Estado, con la sociedad, la política y la economía; en los dos primeros aspectos el PRD ha sido activo, sin embargo, se opone al cambio de relación Estado economía que adecúe a la nación a los tiempos  que corren.
 
 
El problema no es de privatización, sino de modalidades del diseño financiero e institucional; tampoco es de tensión entre iniciativa privada y ámbito económico del Estado, lo que se requiere es dinamizar el capitalismo, actualizarlo, es decir, así como se pide democracia de calidad, es necesario reclamar capitalismo de calidad y, según se ve, el izquierdismo y sobre todo el PRD, carecen de planteamientos, pero sobre todo de capacidad de sobrevivencia en un capitalismo reformado, de calidad, prefieren el actual, anacrónico, insuficiente, productor de pobres.
 
 
Seguramente, porque los pobres son la materia prima de sus cacicazgos y sus dominios. No quieren que cambie la única industria que ellos han privatizado y monopolizado, la de la pobreza.
 
 

Es grave, que el propio ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas no tenga una posición progresista y contemporánea y siga atado a mitos que sólo le han propiciado reveses por parte de los propios perredistas. Si algo tuvo el general Lázaro Cárdena fue certeza de los recursos sociales y políticos de la nación para reformar e impulsar las bases de una economía adecuada a los tiempos. No se autonombró defensor de la nación, le dio a ésta los medios para autodefenderse. Las izquierdas muestran desconfianza en los recursos de la nación, y un miedo atroz al cambio económico, temen les arrase, con todo y sus mitos, a tal grado abusivos, que privatizan el pensamiento del presidente Lázaro Cárdenas.
 

manuelvillaa@hotmail.com

Politólogo-consultor
 
 

También lee: