Isabel Cruz

Inclusión Financiera y Transferencias Condicionadas ¿desafiar o reproducir relaciones de género?

Isabel Cruz reflexiona sobre la investigación de campo que desnuda la inviabilidad de soluciones masivas para lograr la inclusión financiera de las mujeres beneficiarias de Prospera.

Prospera ha sido por veintiún años el mayor programa antipobreza de México. Inicialmente se denominó Progressa (1997), después Oportunidades (2002) y finalmente Prospera (2014). Cada dos meses el gobierno federal transfiere apoyos monetarios a millones de mujeres clasificadas como pobres o extremadamente pobres. Estas transferencias de dinero están condicionadas a cumplir con ciertos requisitos y acciones. Los apoyos están dirigidos a mejorar las condiciones de educación, salud y alimentación de las familias pobres, particularmente de los niños, niñas y de sus madres, brindando suficientes servicios escolares y de cuidado de la salud de calidad, así como ayudas alimentarias. Ante los crecientes cuestionamientos acerca de la poca efectividad en la superación de la pobreza, que se mantiene prácticamente igual en los 20 años, el rediseño para convertirse en Prospera incluyó el reforzamiento de actividades de empoderamiento de las mujeres a partir de la inclusión financiera y la inclusión productiva. También incluyó un nuevo enfoque familiar y comunitario.

La inclusión financiera inició bancarizando a 6.5 millones de mujeres con tarjetas de débito y seguridad biométrica, provocando semejante hazaña un premio de la ONU al gobierno mexicano. Pero no más de 6% de las cuentas de ahorro tuvieron algún movimiento. Después el Programa de Inclusión financiera (PROIF) continuó masificando 2.0 millones de microcréditos de 2 mil pesos c/u cuyos pagos se descuentan directamente de los apoyos bimensuales que reciben las mujeres, sin que medie un verdadero proceso de crédito que analice la capacidad de pago. Un millón de créditos generados por mandato vertical rebasaron la capacidad operativa de BANSEFI. Muchos créditos se comenzaron a cobrar con descuento antes que las beneficiarias recibieran los préstamos. No hay evidencia que estos prestamos estén vinculados con alguna actividad económica.

En 2017, 6.5 millones de mujeres viviendo en 200 mil localidades rurales recibieron 39.5 millones de transferencias por 78 mil 800 millones de pesos, un promedio de 850 pesos cadavez. El control de todos éstos pagos desde el BANSEFI refuerza la ilusión de lograr soluciones masivas por decreto. Como la tarjeta de débito en lugares donde no hay cajeros automáticos ni lugares donde usar la tarjeta.

El libro "Inclusión Financiera y Transferencias Condicionadas: ¿desafiar o reproducir relaciones de género?", editado por la Universidad de Guadalajara (Noviembre 2018), recoge una investigación de campo que desnuda la inviabilidad de soluciones masivas para lograr la inclusión financiera de las mujeres beneficiarias de Prospera y nos remite a la importancia de entender las dinámicas socio-económicas, el contexto cultural y las restricciones que enfrentan en las muy diversas economías donde viven, para crear soluciones adaptadas, de proximidad. Como las que ya han creado organizaciones de ahorro y crédito popular en las zonas de estudio.

Aunque las cifras de pobreza y los diagnósticos estandarizan la pobreza; la realidad muestra estrategias de los hogares muy alejadas de los clichés que desde arriba y desde las ciudades podemos imaginar como "necesidades financieras". Mediante un cuidadoso análisis de estadísticas, estudios de inclusión financiera, encuestas, así como visitas de campo, entrevistas individuales y a grupos focales de mujeres, entrevistas a promotores de instituciones financieras rurales, a autoridades comunitarias, a delegadas prospera de cuatro regiones del país; las autoras Solene Morvant (Universidad de Ginebra), Lourdes Lourdes Angulo (Universidad Pedagógica Nacional), Clemént Crucifix (Universidad de Lovaina), Mariana Carmona y Juan Carlos Quintero (Investigadores Amucss) se encargan de transmitir un rico mosaico de aportes para un mejor entendimiento de la pobreza y sus delimitaciones económicas y sociales. De cómo las transferencias condicionadas han trastocado relaciones en el seno del hogar, aumentando el trabajo y reforzando el rol tradicional de las mujeres, muy lejos del empoderamiento que el discurso pregona; el empoderamiento de algunas agentes operadoras del programa han trastocado las relaciones comunitarias en detrimento de la acción común solidaria. La individualización de la deuda moral que perciben las mujeres hacia el estado y que provoca nuevas cargas sociales antes desarrolladas por los colectivos, sirve también de contexto para cumplir las múltiples cargas como limpiar calles, clínica, escuela, tomar clases de zumba o charlas de nutrición, todo en aras del objetivo compartido de superar la pobreza. No hay espacio para abordar la creación de empleos con ingreso, de crear empresas de las mujeres. Muchas transferencias de dinero que refuerzan o mantienen incólumes el machismo y la violencia intrafamiliar.

El programa Prospera entrará en fase de rediseño, en el marco de la 4ª. Transformación. Sería deseable que BANSEFI abra el diálogo y colaboración con las sociedades de ahorro y crédito popular (Socaps y sofincos) que ya atienden como socias-clientes a mujeres prospera; que dicho sea de paso, como lo muestra el libro, las mujeres, bajo otro contexto, diferente a la relación con el programa, se comportan en forma dinámica como clientes de servicios financieros diversos, abren cuentas de ahorro, cambian a cuentas de inversión, compran microseguros, participan en grupos de ahorro, toman y pagan créditos de vivienda, de café, de maíz, de pequeño comercio. Por supuesto, aun es muy pequeña la inclusión financiera de este tipo. Pero su éxito local muestra los caminos a seguir. El pago de apoyos gubernamentales mediante organizaciones de ahorro y crédito locales puede reforzar y acelerar la inclusión financiera de las mujeres pobres. Que en el camino de la superación de la pobreza es solo un paso. Pero uno sin el cual no habra avance posible.

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