Opinión

Homenaje a Belisario Domínguez


 Juan Federico Arriola  Hace cien años, el 7 de octubre de 1913 fue secuestrado y asesinado el senador chiapaneco Belisario Domínguez Palencia por sicarios del golpista y traidor Victoriano Huerta. Tenía 50 años de edad, médico de profesión, lector habitual, filántropo comprometido con los pobres y enfermos en Chiapas, sustituyó a Leopoldo Gout –quien falleció de muerte natural- en abril de 1913 en el Senado de la República. Para ese entonces, el presidente Madero y el vicepresidente Pino Suárez ya habían sido ejecutados. Con una farsa legal, Huerta había ascendido al poder. Huerta, hombre depravado en sus costumbres públicas y privadas, se presentó en la Cámara de Diputados en estado de ebriedad para protestar el cargo que obtuvo a través de homicidios, mentiras, presiones y amenazas. Huerta tenía el apoyo de la mayoría de los gobernadores, de gran parte del Ejército mexicano, con excepciones notables, como Felipe Ángeles, de gobiernos extranjeros que lo reconocieron pronto, de una parte de la jerarquía eclesiástica católica mexicana, pero quien traicionó a Madero no contaba con el apoyo de grandes sectores de la población. Casi inmediatamente tuvo que enfrentar sin éxito a Carranza, a Villa y a Zapata. Un año después Estados Unidos volvía a invadir México –por eso la historiadora Berta Ulloa llamó este periodo como la “revolución intervenida”- y Huerta huyó del país para no volver jamás. El gobierno de Huerta como varios gobiernos de extracción priista no tuvo legitimidad de origen y de ejercicio. Además de Madero y Pino Suárez, Huerta ordenó el asesinato del gobernador de Chihuahua, Abraham González, del diputado federal, Serapio Rendón y en octubre de 1913 de Belisario Domínguez. Belisario Domínguez no se calló ante los abusos del incipiente dictador. Sus discursos impresos que circularon fuera de la Cámara de Senadores pero que no le permitieron leer ante sus compañeros, finalmente le costaron la vida. ¿Qué diría hoy Belisario Domínguez del desempeño de los legisladores federales? ¿Qué opinaría de la actuación de los últimos nueve presidentes de la república y de los ministros de la Corte Suprema, cuyas interpretaciones constitucionales van de la sensatez a la ilógica que atenta contra la lógica de Aristóteles? Hoy el mejor homenaje que podemos hacer a Belisario Domínguez es vigilar que se respeten los derechos humanos, que prevalezca la separación de poderes y fortalecer la democracia y el Estado de Derecho. En la próxima ocasión que se entregue la valiosa Medalla Belisario Domínguez, -a un mexicano o mexicana de distinción, espero- debe hacerlo el presidente del Senado. El Ejecutivo Federal y el Presidente de la Corte Suprema deben ser sólo testigos. Pero me temo que los senadores priistas se agachen y permitan que Enrique Peña –cuyo desempeño va de mal en peor- haga la entrega. Esto sería un insulto para la memoria de Belisario Domínguez. ¿Dónde quedaría entonces la división de poderes? Los senadores priistas que trabajan más en la adulación de su “jefe político” que en legislar por el bien de México no honran la labor histórica del gran mexicano nacido en Comitán. A diferencia del priista Manlio Fabio Beltrones en la Cámara de Diputados que no se somete a los caprichos presidenciales, el eterno becario del Estado mexicano, Emilio Gamboa hará lo que sea para tener contento a Peña. Los senadores panistas, en su mayoría, fracasados, son un cero a la izquierda. De los otros senadores, la señora Arriola –hija de la Gordillo-, del deprimente partido Nueva Alianza, así como de los perredistas, petistas y verdes, no me hago ilusiones. El Senado actual no tiene la función de equilibrar el presidencialismo, sino de gasto excesivo. En EU hay 100 senadores y 435 representantes en la Cámara baja. Aquí en México, 128 senadores 500 diputados federales. Muchos de ellos improductivos, ignorantes de sus propias funciones parlamentarias y constitucionales y que han abusado de manera excesiva en gastos de representación. Oh Belisario, si vieras cómo algunos políticos mediocres a nivel federal y local se enriquecen ilegalmente y no son castigados, si vieras la demagogia que persiste en toda la república mexicana, si vieras cómo la pobreza contrasta con los lujos de líderes sindicales, gobernadores y ex gobernadores, legisladores y presidentes municipales, si vieras la falta de oficio político del actual presidente de la República y el intento de terrorismo fiscal del titular de Hacienda y Crédito Público, volverías a entristecer. ¿Cómo podemos exorcizar la corrupción, la improvisación y la ignorancia supina de tantos miembros de la clase dominante?   Profesor Investigador de tiempo completo de la Universidad Iberoamericana.
 
 
 
 

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