Opinión

¿Hacia dónde nos dirigimos en materia educativa?


 Irving Rosales Desde la creación de la Secretaría de Educación Pública en 1921, muchas han sido las políticas orientadas a reformar el sistema educativo en México. Sin contar la actual, desde 1960 cuatro Reformas Educativas fueron promovidas durante los sexenios de López Mateos, Echeverría, De la Madrid y Salinas. Si bien hay logros importantes (en México la tasa de alfabetización es 98 por ciento, la tasa neta de admisión a primaria es 99 por ciento y la tasa neta de supervivencia al último grado de primaria es 94%, Compendio Mundial de la Educación, UNESCO 2013), ¿han ayudado estas reformas a que los alumnos obtengan la instrucción de calidad que necesitan? Penosamente, la realidad nos dice que los alumnos salen de las escuelas sin los conocimientos mínimos indispensables. Por ejemplo, los resultados de matemáticas en la prueba Enlace 2013 muestran que 12 por ciento de los alumnos de primaria obtuvieron un nivel de logro insuficiente, mientras que 20 por ciento obtuvo un nivel excelente. Aún si dichas cifras fueran optimistas (como algunas voces lo señalan), de qué sirve que los alumnos muestren un avance en primaria si los logros se borran cuando llegan a secundaria. En este último nivel, en la prueba Enlace el 46 por ciento de los alumnos obtuvieron un nivel de logro insuficiente y sólo el 7 por ciento obtuvo un nivel excelente. Los resultados son aún peores si consideramos la prueba PISA 2009 realizada a estudiantes de 15 años a nivel mundial. En esta prueba, el 40 por ciento de los estudiantes en México logró nivel deficiente en lectura (Nivel 1), y tan sólo el 0.4 por ciento obtuvo nivel excelente (Niveles 5 y 6). Es decir, por cada alumno con nivel excelente de lectura, 100 alumnos tienen serias dificultades para leer. En matemáticas y ciencias estamos peor, el 51 por ciento y el 47 ciento de los estudiantes tuvieron nivel deficiente, respectivamente. En la educación universitaria tampoco andamos bien. El Informe General del Estado de la Ciencia del Conacyt señala que en México tan sólo el 22 por ciento de la PEA ocupada tiene estudios terciarios, muy por debajo del promedio de la OCDE de 58 por ciento. Dadas estas cifras, hoy en día se habla de que la necesidad de incrementar el acceso a la universidad. Pero, ¿hacia dónde queremos que la educación universitaria se dirija? Las fallas en la educación, principalmente en matemáticas y ciencias, han llevado a que los estudiantes elijan carreras cuyo contenido esté alejado precisamente de estas áreas. El informe del Conacyt señala que del total de egresados de licenciatura, el 57 por ciento son de áreas de ciencias sociales y humanidades, mientras que áreas de ingeniería y tecnología contienen sólo al 29 por ciento. No es de sorprender entonces que la participación porcentual de la producción científica y tecnológica mexicana en el total mundial sea de tan sólo 0.8 por ciento. Por último, es importante preguntarnos si existe una correspondencia entre los estudios universitarios y los trabajos que ofrece el mercado laboral. La respuesta parecer ser no. El informe Panorama de la Educación 2013 de la OCDE, señala que en México el número de desempleados entre 25 y 34 años de edad como proporción de la población por nivel de educación es: 5 por ciento con estudios de secundaria, 6 por ciento de preparatoria y 7 por ciento de licenciatura. Peor aún, el 30 por ciento de la población entre 25 y 29 años de edad en México no estudia ni trabaja.

 

Entonces, antes de pensar en establecer políticas que incrementen el número de estudiantes universitarios es necesario responder ¿para qué queremos que los estudiantes asistan a la universidad? Para esto, es necesario que el gobierno establezca una política efectiva de educación acorde a lo que se requiere en el país. El centro de la reforma educativa no debiera simplemente ser el control o la participación del gobierno en las diferentes etapas de la carrera magisterial, sino debería enfocarse a reconocer qué tipos de trabajos se demandarán en el corto y mediano plazo, para así establecer un sistema educativo que desarrolle estudiantes con los conocimientos adecuados para cubrir efectivamente los requerimientos laborales en México.


 
 
 
 

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