Debate Puntual

Menos rumores, más madurez

El columnistas dice que nuestros deberes democráticos van más allá del partidismo, de la ideología y hasta del fanatismo.

En semanas recientes se habló mucho sobre la actitud con la que el Presidente Enrique Peña Nieto ha tratado públicamente todo lo relativo al virtual presidente electo. La apertura, la transparencia y la serenidad con la que el Gobierno de la República enfrentó los resultados electorales y comenzó el proceso de transición parecen sorprender a propios y extraños, a tal grado que han surgido ciertos rumores que intentan explicar el porqué de estos hechos.

Las especulaciones aseguran que dicha postura se debe a la existencia de pactos entre ambos personajes; incluso, aseveran que la maquinaria del Estado operó durante las elecciones a favor de quien hoy es el virtual presidente electo. La sociedad ha preferido las teorías conspirativas en lugar de reconocer que lo anterior se debe a la madurez de nuestro sistema democrático, a lo sólido de nuestras instituciones y, sobre todo, a la actitud de un hombre de Estado que ha sabido entender la diferencia entre ser miembro de un partido y comulgar con ciertas ideas, y ser el representante del Ejecutivo Federal.

Todos los seres humanos, cuando nos planteamos metas tanto en lo personal como en lo profesional, visualizamos cuáles son los mejores procesos para alcanzarlas. Ese mismo camino lo realizan, por supuesto, los Jefes de Estado: diseñan un proyecto de nación, ejecutan las acciones que serán los vehículos para convertir ese proyecto en una realidad. Es poco común que, para lograr las transformaciones necesarias, apuesten por un proyecto en el que las acciones sean impopulares, pero prometan beneficios superiores en el largo plazo.

Lo anterior tiene como ejemplo la presidencia de Enrique Peña Nieto: en su proyecto de nación trazó una ruta que incluía la implementación de las Reformas Estructurales, criticadas por unos y defendidas a ultranza por otros; definitivamente, una serie de acciones que no fueron populares entre la sociedad, pero que tuvieron objetivos bien definidos y que, en el largo plazo, prometían beneficios para todos los mexicanos. Pocos entienden el gran oficio político y la visión clara de Estado necesarios para lograr la aprobación, en tan solo un sexenio, de más de 17 reformas, con un Congreso en donde hubo representación de muchas ideologías, la participación de diversos partidos políticos y, sobre todo, muchísimos intereses involucrados.

Es curioso que alguien con una visión del mundo diametralmente contraria, aquél entendido como el primer opositor del actual gobierno, alguien que ha planteado incluso echar para atrás muchas de las reformas implementadas, sea quien hoy reciba el respaldo del Presidente Peña Nieto. Así de grandes son los avances en la democracia mexicana, y así de congruente ha demostrado ser el titular del Ejecutivo, quien en todo momento se ha comportado como un Jefe de Estado, más allá de los concursos de popularidad, más allá de los intereses propios o los de su partido, dándole prioridad en todo momento al interés nacional.

Quienes apuestan por el escarnio en contra del Gobierno antes que por reconocer su talante democrático han hecho bromas sobre la atención que ha ganado López Obrador desde las ya famosas escaleras de su casa de transición en la colonia Roma, de la Ciudad de México. Se dice, en tono de broma, que el país ya se dirige desde esos escalones. Lo cierto es que, más que material de burla, se debe reconocer las acciones de quien, todavía hoy, ostenta el cargo más importante en México. Es de agradecerse que, tras una contienda marcada por la polarización, se haya respetado la decisión del pueblo, que no exista ni el menor asomo de fraude o de debilitamiento de las instituciones y, en ese tenor, se esté dando una transición ordenada y que avanza a buen ritmo.

Desde las redes sociales, se creó una matriz de opinión negativa en contra del Presidente Peña Nieto que, paulatinamente, se convirtió en el tribunal social desde donde se juzgó toda su administración. Como él mismo lo ha aceptado, y aquí lo hemos comentado también, hubo hechos que pudieron atenderse de otra manera. Se aprendió de cada uno de ellos y se siguió adelante, enfrentando los retos que un país tan grande como México presenta día con día. Habla muy bien de quien lleva las riendas del país que no se haya dejado influir por esas voces que quisieron opacar los resultados sólo por deporte, sin argumentos, más guiados por la pasión política que por la razón.

Gracias a lo anterior, vemos algo insólito: además del equipo de transición, ya se conocen los nombres de quienes serán las secretarias y secretarios de Estado en la próxima administración, al igual que de quienes dirigirán algunas otras dependencias federales. El equipo de transición tiene una participación, incluso, en las pláticas del TLCAN. Quien quiere quitarle a Enrique Peña Nieto el mérito por la madurez con la que se atiende el cambio de gobierno está cegado por sus creencias y, en definitiva, no puede aportar nada al crecimiento de esta nación.

Continuemos siendo críticos sobre el quehacer del gobierno saliente y, por supuesto, del gobierno entrante. Nuestros deberes democráticos van más allá del partidismo, de la ideología y hasta del fanatismo. Un Debate Puntual constante y maduro es necesario para comprender los sucesos políticos de nuestro país, encontrar soluciones en común para los problemas de México (que son los problemas de todos) y encaminarnos a un futuro con instituciones todavía más sólidas, una ciudadanía más participativa y un país que brinda mejores condiciones de vida para todos.

COLUMNAS ANTERIORES

La impotencia desde la pluma
Presupuesto 2020, la oportunidad de la 4T

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.