Leer es poder

Ángeles convertidos en demonios

No sabemos si después del primero de diciembre, los integrantes del próximo gobierno actuarán con eficacia y pragmatismo, ya que muchos de los colaboradores de AMLO aún tienen conflicto de intereses.

¿Ya renunció Alfonso Romo a los múltiples negocios de los que forma parte ahora que falta poco más de un mes para que asuma su cargo como jefe de gabinete en el próximo gobierno?

Conviene recordar sus propias palabras. A El Universal le dijo en entrevista: "No voy a estar en el gabinete, tengo muchos conflictos de interés, tengo muchos negocios (27-Feb-17)". Lo volvió a decir en entrevista a El País: "En el gabinete no voy a estar, puedo tener conflicto de intereses (11-Dic-17)".

Siete meses después, tras la victoria de López Obrador, este anunció que Romo no sólo formará parte de su gabinete, sino que sería el jefe del mismo, quizás el puesto de mayor responsabilidad después del presidente. Romo no ofreció ninguna explicación de este brusco viraje.

¿Dejará de ser presidente del Consejo del Grupo Plenus? ¿Dejará la Presidencia de la Casa de Bolsa Vector? Poco después de la elección metió a López Obrador en su primer escándalo cuando lo hizo visitar en Chiapas a su empresa Agromod, dedicada a la agroindustria y los transgénicos. ¿Agromod estará involucrada en el proyecto de la siembra de un millón de hectáreas de árboles frutales y maderables? Si ya antes faltó a su palabra de no participar en el gabinete de López Obrador, ¿qué confianza puede inspirar ahora? Si no ha renunciado (a menos, no que se sepa), ya en el poder será muy difícil reclamárselo, a pesar de que, según la Constitución, es obligación de los servidores públicos informar de un posible conflicto de intereses. ¿Nos enteraremos, ya instalado el gobierno, de que sigue al frente de sus múltiples empresas?

¿De qué más nos enteraremos cuando el próximo gobierno entre en funciones? Varios personajes muy cercanos al Presidente electo, y muchos más dentro de Morena, como Héctor Díaz Polanco, Marcelo Ebrard y Yeidckol Polevnsky, tienen una rendida admiración por las dictaduras de Castro en Cuba y de Maduro en Venezuela. Una vez que Morena asuma el poder, ¿veremos emerger esas filiaciones antidemocráticas?

Es claro que López Obrador no eligió al ingeniero agrónomo Octavio Romero Oropeza como próximo director de Pemex por su conocimiento de la compleja industria petrolera, de la que desconoce todo, sino por la confianza que le tiene por ser su amigo de juventud. Un puesto que debió de ser técnico lo entregará a un político cuyo primer objetivo será intentar cumplir las ocurrencias de López Obrador, como lo retrató Martha Anaya en su artículo "¿Por qué tan trajeaditos? (El Heraldo de México, 10-Sep-18)" Su sólo nombramiento, por lo mal que fue recibido en los mercados internacionales, ya costó al país 500 millones de dólares (Loret de Mola, El Universal, 15-Ago-18). Una vez en el gobierno, ¿cuánto costará a los mexicanos haber entregado la dirección de la mayor empresa pública del país a un inexperto, cuyo único mérito es cumplir sin rechistar las órdenes de López Obrador?

¿Cuánto nos costará –aparte de los tres mil millones de pesos que el próximo gobierno condonará a los deudores morosos de la CFE en Tabasco por el sólo hecho de ser paisanos del Presidente electo–, el nombramiento de Manuel Bartlett? Un programa tan ambicioso como el de los aprendices, si "lo implementan los operadores políticos de Morena y se convierte en un mecanismo de reclutamiento clientelar, estaremos presenciando el infeliz renacimiento de un partido de Estado", señaló Juan Pardinas (Reforma, 22-Jul-18).

Pensando en estos ejemplos, me vino a la memoria una novela de las que suelen leerse en la adolescencia. Uno de esos libros que se graban a fuego en quien los lee: Los tres mosqueteros, de Alexandre Dumas. Athos le cuenta a D'Artagnan que, embriagado de amor, en su juventud cometió la imprudencia de casarse con una joven bellísima sin apenas conocer su pasado. Cierto día, mientras cabalgan por el bosque, ella cae de su caballo y pierde el sentido. Al tratar de ayudarla, Athos se da cuenta de que el vestido de la joven se ha atorado en una rama y no la deja respirar. Con su puñal lo rasga y al hacerlo deja su hombro al descubierto. Sorprendido, ve que la joven lleva grabada "una infame flor de lis", marca con la que los verdugos señalaban a los peores criminales y ladrones. Al ver ese distintivo terrible, dice Athos a su amigo D'Artagnan, supe que "el ángel era un demonio". No cuento el desenlace para que el lector, si no lo ha hecho, tenga oportunidad de sorprenderse con esa gran historia. Me quedo por ahora con esa frase indeleble: el ángel era un demonio.

Sabemos ya, porque no pudieron ocultarlo por más tiempo, que el nuevo gobierno no bajará el precio de la gasolina ni sacará al Ejército de las calles, como lo había prometido. Sabemos que López Obrador tiene una absoluta desconfianza del INAI, el Banxico, los medios de comunicación, los empresarios y banqueros.

No sabemos en cambio si, después del primero de diciembre, los integrantes del próximo gobierno actuarán con eficacia y pragmatismo, o si serán, para decirlo con Dumas, ángeles convertidos en demonios.

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