Fernando Curiel

¿Trata de la memoria?

Hoy que tanto se mira en dirección del pasado público cuestiona los actos como el retiro de placas de Díaz Ordaz.

Uno. Al historiador Bernard Lewis debemos una hipótesis que he calificado de mezcla de lugar común y sofisticación. El pasado, patio de maniobras de la memoria, se recuerda, se rescata, se imagina.

Dos. Sobra decir que, en las tres operaciones, separadas o en conjunto, contiende el olvido (no confundirlo con el borrado, la destrucción).

Tres. Michael Foucault, distingue entre una historia que se afana en procesos largos, privilegiando la estabilidad y la constancia; y aquella historia que, por el contrario, privilegia la inestabilidad y la ruptura.

Cuatro. Con anterioridad, mi tocayo Braudel, había distinguido distintas duraciones del pasado: larga, media, corta.

Cinco. ¿Dónde rayos encaja la decisión, de entrada por sí y ante sí, del político que suple al por todos conceptos ineficiente Mancera, al frente del Gobierno del Distrito Federal? (que seguirá siendo Distrito Federal en tanto funja como sede de los Poderes Federales).

Seis. ¿Qué decisión? La de mandar retirar placas mencionando actos de gobierno del entonces Presidente de la República Gustavo Díaz Ordaz, Supervillano de moda.

Siete. Me temo que no encaja en ninguna de las operaciones de la memoria arriba mencionadas. Ni en las de Lewis, ni en las de Foucault, ni en las de Braudel.

Ocho. De lo que tendríamos que hablar es de prepotente, ignorante, atrabiliaria destrucción de la memoria. En este caso, de la memoria urbana.

Nueve. Hoy que tanto se mira en dirección del pasado público (el de la Ciudad de México señaladamente), pasado mediato e inmediato, ¿tendremos que proponer una nueva figura, la de la trata de la memoria?

Diez. ¿Su explotación ilícita, del todo enemiga del conocimiento histórico, el pleno, el que comprende luces y sombras, opacidades y atrocidades, conocimiento sin el que carecemos de identidad colectiva?

Once. Afirmo que sí.

Doce. No todo en este cincuentenario de 1968, tiene como propósito legítimo el recuerdo, el rescate e incluso el ejercicio de la historia contra factual. El juego conceptual de procesos históricos estables y procesos históricos de ruptura.

Trece. El distingo dialéctico de historias de larga, de media y de corta duración.

Catorce. Asimismo asoman la cabeza, la politización inmisericorde, el oportunismo chafa, la conveniencia de coyuntura, la pretensión del borrado en la que un Stalin se exhibió virtuoso.

Quince. Trata de la memoria.

Dieciséis. Lo más lejano a la búsqueda de la verdad histórica, que si lo es, comprende, reitero, su totalidad, contextos, luces y sombras, marcas épicas y vergüenzas.

Diecisiete. Si, como cada día se admite sin mayor sobresalto, la historia integral del 68, tan cargada de lo que llamo "zonas oscuras", está por hacerse, actos como el aquí comentado, imposible borrón y cuenta nueva, deben reprobarse sin contemplaciones pero, al parejo, reducirse a su irremediable inanidad.

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