Opinión

Trump y las elecciones

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A un año de que la administración Trump iniciara su irracional camino destinado al fracaso por la falta de medios y objetivos adecuados a la realidad, el daño causado a las instituciones y a la vida cotidiana de millones de habitantes de Estados Unidos ha sido evidente. Más allá de una recuperación económica debida a los mecanismos e incentivos creados en ocho años del gobierno de Obama, y no a políticas inexistentes de Trump, los estadounidenses han sufrido daños profundos en su estructura legal, en el diálogo político, en su concepción de país de migrantes, y más que nada en su visión tolerante, humanista y plural que los hizo el país más poderoso del planeta.

México, como vecino cada vez más cercano, que en las últimas décadas rompió con buena parte de los mitos fundacionales del nacionalismo mexicano, basado en el odio a los gringos como enemigo externo causante de nuestras desgracias, se convirtió, en el 'mundo Trump', en una lacra, un socio abusivo y un ladrón al que habría que castigar por sus abusos y engaños. Esta lógica, perversa y racista, ha lastimado seriamente las relaciones entre ambas naciones a pesar de los esfuerzos diplomáticos y de distintas asociaciones civiles por circunscribir el antimexicanismo trumpiano a la Casa Blanca únicamente.

Este ambiente entra en contacto con el tiempo electoral mexicano, donde los tres candidatos a la presidencia se ven obligados a una respuesta convincente frente a un electorado que quiere saber cómo enfrentarán al gigante desquiciado del norte, que todavía podría golpearnos con fuerza durante su segundo año de gestión. La interrogante que se plantea es: ¿a quién beneficia o perjudica la inestabilidad mental del presidente norteamericano? Sin duda alguna, la retirada de Estados Unidos del TLC afectaría sustancialmente la campaña de Meade, dado que representa, al menos en este tema, la continuidad con la política negociadora del gobierno de Peña Nieto.

La oposición, tanto de Morena como del Frente, culparía directamente al gobierno federal y a su candidato del fracaso negociador, independientemente de que la responsabilidad real recaiga en el alocado gobernante norteamericano. Por ello, López Obrador insiste en que, de ser presidente, enfrentaría directamente a Trump en un discurso demagógico pero efectivo para los potenciales votantes identificados con el nacionalismo revolucionario que abandera el candidato de Morena.

Lo mismo sucedería con el Frente encabezado por Ricardo Anaya, quien sin recurrir a discursos de enfrentamiento, puede argumentar una eventual disolución del TLC como producto de la falta de capacidad del equipo gobernante para acordar con los representantes del equipo de Trump. Es por esto que el inicio de la sexta ronda negociadora se presenta como un momento crucial tanto para el destino final del Tratado, como para el manejo del tema en el marco de las campañas electorales. Un resultado positivo, aunque sea parcialmente, significaría un triunfo de grandes dimensiones para Peña, el tipo de cambio y el candidato Meade.

Por supuesto que esta no es la única variable a tomar en cuenta para el resultado de la elección presidencial, pero sí puede modificar sustancialmente el escenario en el cual actuarán los candidatos. Para Trump, un México envuelto en una disputa postelectoral agravaría las condiciones para obtener un acuerdo satisfactorio en el corto plazo. Así, más allá del tema de una factible intervención rusa en la elección mexicana con el objeto de influir en la política de Estados Unidos, como ha ocurrido en la realidad, Washington tiene hoy en su mano una carta fuerte para mover la elección mexicana en uno u otro sentido.

Twitter: @ezshabot

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