Ezra Shabot

Saber jerarquizar

El próximo gobierno tendrá la obligación de jerarquizar tanto en el terreno estrictamente político como en el económico, manteniendo los pies en la tierra.

Una de las habilidades que todo político debe poseer es la de saber decidir sobre qué batallas debe enfrentar directamente y cuáles otras tienen que ser asumidas por sus colaboradores cercanos para evitar un desgaste innecesario, más aún cuando se trata de aquel que está por asumir la máxima investidura de la nación. Es este el caso de Andrés Manuel López Obrador, quien al obtener una arrolladora victoria electoral y presentarse ante la opinión pública como un líder conciliador capaz de evitar la soberbia de un triunfo inobjetable, reacciona de manera imprudente ante dos eventos que no ponen en riesgo la legitimidad del resultado en las urnas.

Y es que tanto el tema de Puebla como el del fideicomiso Por los Demás, son ejemplos claros de incidentes cuya intensidad política está determinada por la mayor o menor intervención del inminente presidente electo. En el caso poblano, las protestas por las irregularidades existentes incumben directamente al candidato morenista Miguel Barbosa y a la presidenta de Morena, Yeidckol Polevnsky, quienes junto con Horacio Duarte, representante del partido ante el INE, son los encargados de armar la defensa del caso y la protesta ante lo que consideran una injusticia electoral.

De igual forma, el asunto del fideicomiso, que involucraría al López Obrador presidente de Morena, tendría que ser separado, en términos de responsabilidad política y jurídica, del hoy presidente casi electo. Es lo que sucedió con Vicente Fox y los llamados Amigos de Fox, o el caso Monex con Enrique Peña Nieto. El discurso descalificador y ofensivo de Andrés Manuel hace retroceder al virtual presidente de la República a la categoría de candidato en búsqueda de ganar una elección en la cual ya obtuvo un resultado exitoso en toda la línea.

Si la contienda en Puebla se resuelve en contra del candidato de Morena, o si el Tribunal Electoral aplica la multa de 197 millones de pesos al partido por mal utilizar un fideicomiso, estas decisiones serán magnificadas por una débil oposición en la medida en que López Obrador se involucre de manera significativa en contra de la determinación de la autoridad electoral. No son estas las batallas en las que el nuevo presidente necesita participar para arrancar su administración con un nuevo 'estilo personal de gobernar'.

Además, asumir personalmente el manejo del fideicomiso podría llevarlo a su primer choque innecesario con autoridades judiciales, en un intento absurdo de medir fuerzas entre dos poderes de la República. Es obvio que la tentación por asumir el poder absoluto por parte de un Ejecutivo que tiene el control del Congreso federal y muchos de los locales, le da al nuevo presidente manga ancha para cuestionar a las autoridades electorales y, de así quererlo, sustituirlas con su mayoría parlamentaria.

El equipo de gobierno en su conjunto tendrá entonces la obligación de jerarquizar prioridades tanto en el terreno estrictamente político como en el económico, manteniendo los pies en la tierra. Los temas del aeropuerto, reducción de burocracia, traslado de secretarías, construcción de refinerías y otros más, deberán de ser confrontados con la lógica política de resistencias reales, y la viabilidad presupuestal que haga de esos cambios opciones rentables para el funcionamiento de la administración pública y los servicios que presta a la ciudadanía.

No se puede partir del principio de que hay que destruir al país para hacer otro nuevo, ni suponer que las fórmulas usadas de manera ineficiente en el pasado pueden actualizarse al mundo actual. Hay que saber jerarquizar y de la misma forma administrar el enorme poder ganado en las urnas.

COLUMNAS ANTERIORES

Agenda opositora
La renuncia

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.