Perspectiva Bursamétrica

Los mercados y las elecciones

Ernesto O'Farrill analiza cómo estarán los mercados financieros antes y después de las elecciones.

Las preguntas más frecuentes que recibo en estos tiempos como analista se refieren a cómo estarán los mercados financieros antes y después de las elecciones.

Mucha gente se cuestiona, ¿cómo puede volver a bajar el tipo de cambio en estos días, si las encuestas políticas siguen dándole una ventaja muy significativa a AMLO? Otros se preguntan si pudiera llegar a 24 pesos. En el otro extremo otros analistas lo estiman por debajo de 18 pesos al cierre del año.

Mayor incertidumbre se tiene en las tasas de interés y en los precios de las acciones. Hay quien opina que después de algunos incrementos adicionales en la tasa de referencia del Banco de México, la Junta de Gobierno va a empezar a bajar el costo del dinero a fin de año, como parece reflejarse en la curva de rendimientos en pesos, en donde se te paga más a 90 días que a 10 años, mientras que otros ven que va a haber necesidad de varios incrementos adicionales. Hay quien ve al índice de la Bolsa en 38 mil puntos y otros que la ven en 57 mil unidades.

He visto varios estudios de colegas que han analizado lo que sucedió en las elecciones pasadas. Casi todos coinciden en que en el segundo trimestre los mercados mexicanos atravesarán por una fase de volatilidad creciente. Y que pasadas las elecciones los mercados se recuperarán. En las últimas tres elecciones este patrón de comportamiento se ha dado con diversa intensidad.

En el año 2000 el candidato Fox competía contra un invencible partido dictatorial hegemónico, pero a finales de marzo de ese año una sentencia en contra de Microsoft, que la obligaba a dividirse en dos unidades de negocio diferentes, fue el factor exógeno que pinchó la burbuja de la especulación que se daba en la bolsa Nasdaq y generó un importante crack bursátil que se contagió a todo el mundo, provocando una fuerte volatilidad en el segundo trimestre. Evento totalmente ajeno al proceso electoral mexicano. Al derrocarse al PRI de una manera contundente, y con un discurso político en materia económica prolibre mercado, las plazas mexicanas se vieron sumamente favorecidas.

En 2006, en una competencia sumamente cerrada, muy parecida a la que se tiene ahora, en donde el entonces candidato del PRD (Andrés Manuel López Obrador) gozaba de una considerable ventaja sobre las otras dos opciones. El miedo de que llegara al poder alguien con un discurso nacionalista radical populista y con propuestas retrógradas y sin sentido, en particular las de la conducción de la política fiscal, y sus amenazas sobre los empresarios, erosionó fuertemente a los mercados financieros. Al darse los resultados en donde el candidato del PAN, Felipe Calderón, obtuvo la victoria por una mínima ventaja, los mercados volvieron a reaccionar positivamente con euforia, sin importarles mucho que en las primeras semanas posteriores a las elecciones se entró a una etapa de incertidumbre sobre los resultados finales por las acciones de resistencia civil convocadas por AMLO.

En 2012, AMLO estaba muy desgastado y su popularidad no se veía con fuerza en las encuestas. En contra de esto, el candidato del PRI, Enrique Peña Nieto, se despegó de sus contrincantes en las encuestas. Los mercados financieros no sufrieron grandes presiones. Al obtener la victoria, la promesa de concretar un paquete de reformas estructurales favoreció la tendencia alcista de los mercados. Al inicio del sexenio la conformación de la alianza de las tres principales fuerzas políticas en el Congreso para la aprobación de las reformas contribuyó a la euforia de los mercados financieros.

Aunque en 2018 se tienen algunos elementos similares a los de las elecciones anteriores, el entorno y las circunstancias son muy diferentes. Los mercados están siendo impactados por otros elementos de gran relevancia. Por un lado se tiene la renegociación del TLCAN con la amenaza constante del presidente Trump de salirse del mismo; está el proceso de normalización de la policía monetaria por parte de la Reserva Federal; y se tienen otras ocurrencias del presidente Trump como la implantación de aranceles al acero y al aluminio, que pudieran desatar una guerra comercial global, que daría al traste con el ciclo de bonanza sin inflación por la que atraviesa la economía mundial.

En lo interno, se tiene un serio problema de inseguridad y corrupción, que le da al candidato antisistema una gran ventaja sobre el establishment. Desde las elecciones intermedias de 2015 se tiene una importante pulverización del voto entre muchos partidos pequeños que han venido ganando el espacio dejado por las tres grandes fuerzas políticas que se tenían anteriormente.

Se acentúa la pulverización si se le agrega la presencia de tres candidatos independientes con fuertes figuras públicas, y que en las últimas encuestas tienen más de 10 por ciento de la votación.

El discurso y la estrategia de AMLO son ahora más estudiadas y menos radicales, aunque su personalidad y esencia no cambian. Es un autócrata que no acepta las razones de los demás, él posee la verdad absoluta y no tolera las disidencias, detesta el Estado de derecho y las instituciones.

Las encuestas de hoy son las que pueden resultar menos confiables. El 40 por ciento de la gente no quiere decir por quién va a votar. El 35 por ciento que responde dice que no ha decidido. El escenario más probable es que el que gane no va a tener legitimidad suficiente, ya que difícilmente tendrá una votación que lo respalde superior a 35 por ciento. Habrán votado más por otras opciones que por él. Y más preocupante aún es que el que gane no va a contar con el control del Congreso. Por lo tanto el escenario de la ingobernabilidad y la parálisis legislativa están latentes. Con este panorama, se ve difícil que los mercados mexicanos pudiera tener una recuperación significativa como ha pasado en ocasiones anteriores.

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