Perspectiva Bursamétrica

La crisis de suministro de gasolinas (El ganso negro)

El problema coyuntural está concentrado en el cierre de los ductos y en los controles que se establecieron con la ayuda del Ejército, al cambiar el esquema y los procesos de despacho.

Ante la incertidumbre generada por el evento de la carencia de suministro de gasolina en diversas ciudades del país, se hace necesario hacer algunas aclaraciones que nos permitan entender más el problema, generar algunos posibles escenarios y plantear las posibles consecuencias de esta crisis.

Hace ocho días planteábamos aquí, aludiendo a la teoría de Nassim Nicholas Taleb, los principales cisnes negros (sorpresas negativas de gran impacto) y los posibles cisnes blancos (sorpresas positivas de gran impacto) que pudiéramos imaginar para este año. Conforme pasan los días y se va acentuando el problema por la sobredemanda que generan las compras de pánico y la difusión de todo tipo de información falsa, confusa y alarmista alrededor del enorme problema de corrupción que se tiene en el mercado doméstico de hidrocarburos, el evento se está convirtiendo en un cisne negro, y en un despilfarro más del enorme capital político del presidente.

¿Qué tan cierto es que no hay suficiente inventario de gasolinas y de gas en nuestros depósitos? Ya hemos advertido aquí que México debería contar con reservas estratégicas de crudo, de gasolinas y de gas. Somos miembros de la Agencia Internacional de Energía desde el 2004 y no hemos cumplido con este requisito, que se exige en el crudo, pero dado que somos deficitarios en los productos derivados y refinados hemos recomendado la constitución de estas reservas físicas. Esto no es culpa del nuevo gobierno, ni es algo nuevo que detone la circunstancia actual. Nuestra capacidad de almacenamiento en gasolinas da para sólo dos o tres días de consumo.

Por el lado de las importaciones de gasolina, que son el 70 por ciento de nuestro consumo, la agencia ClipperData reveló el viernes pasado que las provenientes de Estados Unidos, en específico del Golfo, se han reducido en 28 por ciento en diciembre pasado y en 48 por ciento en enero por la decisión de cerrar los ductos. Lo que genera la saturación de las terminales y explica por qué tenemos ahora 15 buques cisterna a la espera de poder descargar millones de barriles. También hay una reducción en la importación de petróleo ligero que es el crudo que nuestras refinerías pueden procesar. Por lo tanto, estamos ante dos circunstancias que reducen drásticamente la oferta de gasolina.

El problema coyuntural está más bien concentrado en el cierre de los ductos y en los controles que se han establecido con la ayuda del Ejército, al cambiar el esquema y los procesos de despacho. Al cerrar los oleoductos, la logística de distribución no está preparada para surtir adecuadamente el producto refinado a los puntos de venta. No hay suficientes vagones-tanques en los trenes, ni pipas y además es mucho más costoso. El precio de la renta de las pipas ha subido de 50 mil pesos a la semana a más de 350 mil pesos semanales. Además se tardan prácticamente un día entero en cargarlos, por las enormes colas en los escasos centros de depósito. ¿A quién se le habrá ocurrido cerrar los ductos sin contar con una alternativa que no afectara a la población y a la economía?

Las consecuencias de esta compleja circunstancia nos llevan a dos escenarios extremos: En ambos se tienen daños, pero su magnitud y sus consecuencias son muy distintos. En el primero, que supone que el suministro se normaliza en unas semanas más; los efectos perjudiciales son acotados. En el segundo, si el caos continúa, esto se convierte en un Cisne Negro y sus consecuencias son devastadoras. No se descarta en este otro extremo que veamos olas de compras de pánico en las tiendas de autoservicio y escasez de alimentos, bienes básicos, medicamentos e insumos en la industria, generando una alta inflación, un golpe severo en nuestra balanza comercial, e inclusive una recesión y mayor desconfianza. Hasta ahora, le damos una mayor probabilidad de ocurrencia al primer escenario que al segundo. Curiosamente los mercados financieros mexicanos no están descontando hasta ahora el escenario catastrófico. Su tendencia reciente, francamente positiva en tipo de cambio, en las tasas de interés y en las bolsas, nos parecería indicar que los mercados le apuestan al escenario positivo o que francamente no le dan ninguna importancia a esta crisis.

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