Opinión

El Nobel, el Oscar y El Chapo

Ricardo Márquez

Entre el Nobel mexicano José Mario Molina Pasquel y Henríquez, el fuerte aspirante al premio de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas como mejor director, Alfonso Cuarón Orozco, y el grupo especial de la Armada de México que hizo la reciente detención del capo del narcotráfico más buscado del mundo, Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, existe al menos un rasgo en común: un altísimo nivel de desempeño que los coloca entre los mejores del mundo.
Otra característica que abunda, ya no tan favorable, es que en más de un sentido representan verdaderas islas desarticuladas, inconexas, aisladas.

En el caso de aquellas buenas prácticas, sus logros individuales no necesariamente producen en suma, un logro nacional. Tampoco es suficiente la fuerza conjunta de arrastre como para generar un impacto de tal magnitud que pudiese pensarse como una vasta extensión territorial, en lugar de un archipiélago.

Basta con revisar los logros individuales de algunos notables mexicanos para confirmar que cuando se fija con claridad una meta, o varias, por más lejanas o inalcanzables que parezcan, por más ambiciosas o complejas de cumplir que se vean desde lo apartado; sí son realidades que nos rodean, en las que, incluso, a veces nos encontramos inmersos. Podemos dejar de ser espectadores incrédulos y convertirnos en parte del selectivo grupo de los mejores del mundo.
Cada caso de éxito, es resultado del esfuerzo constante, del incesante camino hacia el avance y logro progresivo.

Contar con un liderazgo como los mencionados es parte fundamental que sirve de guía para transitar por rutas que no reconocen a caminantes con atributos distintos a los de ellos: perseverancia, generosidad y la indeclinable voluntad por sobresalir a través de méritos propios.

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