Universo Pyme

En prisión, 800 niños inocentes

El columnista detalla la labor de Reinserta, fundación que trabaja en un modelo de atención para los niños que, al estar con su madre, viven en prisión.

Son 800 niños mexicanos que sin haber hecho nada, están presos.

Hay niños que nacieron en prisión, tienen más de 10 años y no conocen lo que es subirse a un auto, nunca han viajado en un camión, no conocen un árbol, desde luego que el mar ni se lo imaginan. Son niños que jamás han ido a un cine, que no conocen el concepto de un museo y jamás han puesto un pie fuera del penal. Ni en una escuela, por cierto.

Su delito es haber nacido en prisión y su madre una prisionera que les dio como determinante en sus primeros años de vida el ser presos de las circunstancias.

Ahí viven, al lado de su mamá. Ahí duermen, en una "cama" si es que a una plancha de cemento se le puede llamar cama. Con un contacto mínimo con la luz, sin posibilidades de correr más que en muy limitadas circunstancias y en determinados horarios. No tienen propiamente escuela y la teoría señala que tampoco pueden tener juguetes y como en el presupuesto no existen, porque jamás se ha considerado su circunstancia, tampoco debieran comer ni que les laven la ropa o les atiendan alguna enfermedad que llegara a asaltarles.

Curioso. No existen (no hay presupuesto para ellos porque no debieran estar en la cárcel) pero sin embargo no pueden salir de ella.

Ahí comen lo que pueden comer porque como formalmente no son reclusos no hay presupuesto que les alimente. No salen porque generalmente nadie recuerda a su madre quien dejó de recibir visitas. No hay escuela, no hay formalmente salón de clases, no hay maestros o sala de juegos.

Ahí han vivido en violencia. Ha habido hijas de secuestradoras que a los 12 años ya formaban parte de una banda con ese giro criminal. Desde la cárcel, sin ser formalmente reclusas, participaban de los procesos de negociación. Puro emprendimiento criminal.

Son 800 niños y niñas que la ley no reconoce aunque debiera hacerlo, porque priva un ordenamiento legal que ya les exige a los reclusorios a tomar determinados cuidados con los niños y niñas de las reclusas. Una ley que tiene un límite preciso para cumplirse a plenitud: noviembre de 2018.

Reinserta es una fundación que tiene vocaciones inusuales de las que puede usted informarse en los trabajos (dos) que antes hemos publicado en esta casa editorial.

Reinserta ha promovido un trato humano a las mujeres y a sus hijos o hijas que viven en condiciones de privación de libertad; en este país existirían aproximadamente 2 mil 500 mujeres que cumplen una sentencia y de las cuales el 88 por ciento son madres.

El 70 por ciento de estos hijos tienen sólo a mamá porque papá dejó de visitarles en el penal y no quiso hacerse cargo de ellos o ellas.

Reinserta hace una maravillosa labor; esa fundación lleva a los hijos de estas reclusas a tener experiencias excepcionales por ocasión primera en sus vidas. Trabaja en un modelo de atención para estas circunstancias, modelo 100 por ciento mexicano. Parte de ese modelo es atenderlos en libertad. Desde subirse a un camión, ir al museo del Papalote o bien ir a conocer al mar, por ejemplo a Cancún o a Acapulco, como acaba de suceder hace un par de semanas. Se llevaron a 13 niños (con apoyo de 13 adultos que les acompañan en todo momento a disfrutar la experiencia de libertad) a Acapulco y en avión gracias a la colaboración altruista de Aeroméxico y de otras instituciones.

La experiencia fue una locura. En el avión la tripulación y los pasajeros recibieron a los niños con un aplauso al saber que eran niños que llevaban viviendo en prisión más de diez años y que esa era su primera salida al "mundo exterior".

Ahí, por cierto, una pequeñita, durante el vuelo, no dejó de ver hacia el cielo por la ventanilla de su asiento buscando a su abuelita porque su mamá le explicó que su abuelita "se había ido al cielo". Le andaba buscando.

Reinserta inicia esta semana una campaña para motivar a que esos niños o niñas sean sujetas de atención de las autoridades, puedan salir de prisión periódicamente, existan en el presupuesto de las instituciones carcelarias, estén fuera de las expresiones de violencia, tengan ambientes especiales para aprender, se les instruya, se les impartan clases y un desarrollo lo más cercano a la libertad.

Si es que se cumple la ley en la que Reinserta fue pieza clave y en especial Saskia Niño de Rivera, el penal de Topo Chico, en Nuevo León, tendría que cambiar radicalmente, ya que ahí hay autogobierno y los 60 niños que dentro viven cursan involuntariamente un doctorado en delincuencia organizada, motivo de alguna otra atención posterior.

Veamos a los niños presos por sus circunstancias.

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