Eduardo Guerrero Gutierrez

Un peligro para Morena, un desastre para Morelos

Eduardo Guerrero Gutiérrez escribe sobre el riesgo que los atropellos de un gobernador abusivo e inexperto suponen para la imagen de Morena y para la seguridad de la gente de Morelos.

Enrique Peña Nieto empezó a cavar la tumba del PRI, desde 2012, cuando todavía era candidato. En una participación en Tercer Grado presumió a la "nueva generación" de políticos priistas. EPN mencionó por nombre a tres jóvenes portentos de la renovación de su partido: los gobernadores Beto Borge, Javier Duarte y César Duarte. Durante su gobierno siguió cavando. La escandalosa corrupción y los atropellos de estos tres personajes se solaparon por meses y años. Cuando por fin se iniciaron investigaciones y se giraron órdenes de aprehensión, el daño estaba hecho. En el imaginario colectivo estos tres gobernadores y sus desmanes simbolizarán para siempre al PRI de los tiempos de Peña Nieto.

El nuevo sexenio apenas arranca, pero ya se perfila quién será el sucesor del legado de infamia política de los Borges y los Duartes. Me refiero a Cuauhtémoc Blanco, quien ganó la gubernatura de Morelos con el apoyo de la alianza formada por Morena, el PES y el PT. Antes de la toma de protesta, ya se había señalado al exfutbolista por intentar comprar a ocho diputados.

Una segunda mala señal fue reciclar en su gobierno a miembros del equipo del mismísimo Javidú. Entre éstos, llegaron a la Comisión Estatal de Seguridad Pública de Morelos colaboradores cercanos de Arturo Bermúdez, quien fuera secretario de Seguridad en Veracruz (y quien fue detenido en marzo de 2017 por el delito de desaparición forzada de personas). Esperemos que Cuauhtémoc Blanco no esté pensando en replicar en Morelos la nefasta estrategia de "limpia" que el gobierno de Javier Duarte puso en práctica, y que dejó a Veracruz literalmente sembrado de fosas clandestinas. Por lo pronto, el primer mes de gobierno de Cuauhtémoc Blanco no estuvo para presumir en materia de seguridad. El número de homicidios registrado en Morelos durante octubre fue relativamente alto, además de que fueron robados 340 vehículos, la mayor cifra mensual desde julio de 2016.

La semana pasada, Cuauhtémoc Blanco dio otro paso preocupante cuando dedicó su intervención en una reunión privada de la Conago para difamar y amenazar a Alberto Capella, quien fuera hasta septiembre comisionado estatal de Seguridad de Morelos. Incluso amagó con meterlo a la cárcel. Posteriormente dijo a los medios sobre Capella que "desestabilizó al estado" y que "todo lo del FORTASEG se lo robó, por eso los policías no tienen equipamiento". Me consterna esta embestida por parte de un gobernante que en público ha dado muestras vergonzosas de bravuconería y que ahora está envalentonado por el poder.

Alberto Capella es uno de los rarísimos mandos policiales mexicanos que ha sabido construirse una reputación de profesionalismo. En contraste con las siniestras estrategias de represión y exterminio que Javier Duarte y Arturo Bermúdez siguieron en Veracruz, Capella le apostó a construir una policía confiable. Durante su gestión se puso particular esmero en la capacitación y dignificación de la policía.

En Morelos también era indispensable establecer un mando único, pues varios ayuntamientos eran controlados de forma descarada por el crimen organizado. Hay evidencia de sobra, como describo en el texto que publiqué en este espacio el pasado 12 de marzo. Las acciones de fortalecimiento de la policía y el mando único dieron resultados importantes. En 2013, Morelos fue la cuarta entidad con la tasa de homicidios más alta del país; para 2017 había descendido a la doceava posición. Durante la gestión de Capella también se logró abatir en 80 por ciento la incidencia de secuestros (un delito que por años había sido el principal flagelo del estado). El mando único también mitigó el riesgo de que ocurriera una tragedia de proporciones mayores. No olvidemos que a escasos 25 kilómetros de la frontera sur de Morelos, en Iguala, había un alcalde coludido con un grupo criminal, que desgraciadamente tenía mando sobre la policía.

Por supuesto, Capella se ganó enemigos poderosos: los grupos criminales que antes secuestraban y extorsionaban a sus anchas, los políticos que los protegían y aquellos alcaldes que simplemente no se querían desprender del poder que conlleva controlar a la policía municipal. Al parecer, también se ganó un enemigo que ahora es gobernador, y que no olvida ni perdona que Capella haya establecido el mando único.

Ojalá alguien ponga freno a los exabruptos de Cuauhtémoc Blanco. No me cabe la menor duda de que las acusaciones contra Capella caerán por su propio peso. Con el tiempo, cualquier señalamiento en su contra se desechará por frívolo. Sin embargo, mientras eso ocurre, se mandará un pésimo mensaje a todos los policías y servidores públicos del sector seguridad que sí quieren hacer bien su trabajo. Eso por no mencionar el riesgo que los atropellos de un gobernador abusivo e inexperto suponen para la imagen de Morena y para la seguridad de la gente de Morelos.

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