Edna Jaime

Dónde y cómo pintar la raya

El gobierno no es de una sola persona y las características que definen a AMLO no necesariamente son las mismas de quienes se sumaron a su movimiento y que tendrán un pase a la administración pública.

Vaya triunfo el de Morena y su abanderado. Un fenómeno político que fue creciendo por méritos propios, pero también por una conjunción de circunstancias que le dieron tal dimensión al estallido que observamos el domingo pasado. Un eje clave es el tema de la corrupción y el abuso del poder. Un gran detonante de la movilización de votos a favor de Morena en la elección. La gran pregunta es cómo articulará el candidato una respuesta efectiva en el tema.

Por lo que se conoce de su vida, López Obrador es una persona tanto honesta como austera. No es un ardid, es una manera de ser. Seguramente la congruencia entre sus dichos y los hechos dio valor a su palabra y la hizo convincente. De ahí su penetración en el electorado. Pero el gobierno no es de una sola persona, y las características que a él lo definen no necesariamente son las mismas de quienes se sumaron a su movimiento y que tendrán un pase a la administración pública en una diversidad de posiciones. Es posible que para muchos de ellos el acceso al poder sea lo mismo que el acceso al botín, como ha sido por años.

La honorabilidad y la integridad, sin duda, son cualidades de muchos. Y habrá en su equipo mexicanos de integridad probada. Para el resto de los mortales (más mortales que virtuosos) hay que establecer mecanismos que limiten o disuadan conductas y actos fuera de la ley. ¿Cómo podrá el próximo presidente controlar a su gente, misma que pondrá en juego su reputación personal y la de su gobierno con cada una de sus decisiones y acciones?

En el primer mensaje a la nación se dirigió a los suyos haciendo la advertencia de tolerancia cero a la corrupción. Con su conducta, él será el portavoz de este mensaje, del vértice del poder para abajo.

La psicología social ha estudiado el fenómeno de la cooperación y el cumplimiento con la ley, y un elemento muy importante para que ésta suceda es el comportamiento de los gobernantes, de quienes están en la posición de dar un ejemplo. El ejemplo importa, pero hay que reconocer que no es suficiente. No hay que irnos al ámbito de la especulación. Siendo jefe del Gobierno de la Ciudad de México, AMLO padeció por la conducta corrupta de algunos colaboradores.

Hay algo adicional que no debe desestimarse. Una contradicción que debilita su mensaje. En el discurso referido, AMLO fue categórico con los suyos. Pero no así con la administración que concluye. En términos de estrategia política puede ser correcto no detenerse a juzgar el pasado. En materia de su discurso anticorrupción, genera cuando menos una tensión. Si hay impunidad para el pasado, por qué suponer que no la habrá para el futuro. Esto es, dónde pinta la raya y con qué instrumentos hace creíble que cumplirá con lo dicho. Que habrá un antes y un después.

Considero, por lo expuesto, que para lograr su objetivo el próximo presidente abrazará muy pronto una agenda anticorrupción. Una que implique robustecer los mecanismos de prevención, de detección y sanción, para que su equipo no se sienta tentado a desviarse. No hay otra manera.

Estamos ante una verdadera oportunidad de establecer mecanismos y políticas para controlar la corrupción. No es fácil encontrar voluntad política para avanzar esta agenda, y al parecer estamos frente a una de ellas. Falta traducir esa voluntad en capacidades de Estado, en instrumentos efectivos que trasciendan esta administración.

El próximo presidente encontrará en su mesa un proceso en ciernes para constituir un Sistema Nacional Anticorrupción (SNA) efectivo. El SNA tiene muchos problemas que pueden y deben revisarse, y sería deseable que lo hiciera. Si invierte su liderazgo en este proyecto, recogerá frutos, sin duda.

Pero también es posible y deseable que comience con cosas más pequeñas. Esfuerzos menos monumentales pero con un gran efecto transformador. Hay que identificar las zonas de particular riesgo y de mayor daño para reconocer en dónde se tiene que trabajar. Anticipo que puede resultarle apetecible comenzar por la contratación de obra pública, la compra de medicamentos, las grandes adquisiciones del Estado. Estos espacios son sagrados para los políticos, porque de ahí ordeñan recursos para sus bolsos y sus campañas.

En esta tarea, el candidato no está solo. Encontrará en organizaciones de la sociedad civil un gran apoyo. En la que yo trabajo, estamos listos para trabajar con él.

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