Dolores Padierna

Todos con la UNAM

La autonomía de la máxima casa de estudios no debe servir de pretexto para cruzarse de brazos ante los ataques delincuenciales contra la comunidad universitaria.

La autora es diputada federal

Muchos han querido hallar paralelismos entre el movimiento estudiantil de 1968, cuyo 50 aniversario conmemoramos en estos días, y la actual ola de indignación que sacude a la Universidad Nacional y que ha dado paso ya a un movimiento interuniversitario, que este jueves 13 de septiembre replicará la célebre Marcha del Silencio, con la misma ruta del Museo de Antropología al Zócalo.

Las condiciones son muy distintas. México es otro respecto del país autoritario que movilizó a los jóvenes de entonces, aunque la energía juvenil y las demandas de justicia y de democracia sean en esencia similares.

La indignación de la comunidad universitaria es muy grande, no disminuye, y está plenamente justificada.

Se trata, por un lado, de la respuesta juvenil a demandas largamente desatendidas y a la violencia recurrente contra los estudiantes del CCH plantel Azcapotzalco, que tuvo su más bárbara expresión en la agresión porril del pasado 3 de septiembre en la explanada de la Rectoría.

La agresión ocurrió a plena luz del día y fue abierta, de quien sabe que goza de impunidad, y en ese sentido parece una puesta en escena destinada a enrarecer el ambiente en víspera del cambio de gobierno.

En el encuentro que sostuvieron el rector Enrique Graue y el presidente electo Andrés Manuel López Obrador, coincidieron en la justeza de las demandas estudiantiles y en la necesidad de esclarecer las agresiones contra la comunidad universitaria.

Existen abrumadoras evidencias de que el financiamiento, la protección y las órdenes a los grupos de choque siempre han correspondido a grupos extrauniversitarios, que pretenden generar violencia para dar paso a un orden represivo o debilitar a la institución.

La UNAM es una casa abierta a todas las expresiones ideológicas, políticas y sociales y, por tanto, no puede ser rehén ni botín de ningún grupo político y menos de organizaciones criminales.

Cada vez que grupos políticos externos pretenden incidir en la UNAM, la única debilitada es la propia universidad pública.

Un punto que es necesario destacar en el contexto del actual conflicto, es que la defensa de la autonomía no debe confundirse con consentir la impunidad de quienes agreden a la UNAM.

La autonomía es indispensable para la libertad de cátedra, para el desarrollo de la investigación, para la generación del conocimiento y para evitar, justamente, que los grupos de poder político y económico pretendan instrumentalizar a nuestra máxima casa de estudios.

Sin embargo, la autonomía no puede servir de pretexto para cruzarse de brazos ante los ataques delincuenciales contra la comunidad universitaria.

Las autoridades de la Ciudad de México no pueden lavarse las manos ni confrontarse con la Rectoría en su afán de evadir responsabilidades.

Evidentemente, la UNAM no es un espacio aislado de la situación nacional de repunte de la violencia ocurrido en los años recientes. Si los grupos porriles actuaron con impunidad es porque así se les ha permitido a muchos otros que han cometido delitos en las propias instalaciones de la UNAM.

Un colectivo de padres de familia, llamado "Necesitamos", que demanda interlocución con las autoridades, afirma que hay 53 jóvenes desaparecidos en la UNAM, desde noviembre de 2015. Grupos defensores de derechos humanos contabilizan 375 ataques sexuales sufridos por las estudiantes sólo en los tres últimos años. Además, se calcula que en los planteles de la institución operan 82 grupos dedicados al narcomenudeo y otros delitos.

La reunión del rector con el presidente electo debe dar paso a una solución que involucre a todos los actores que pueden contribuir a resolver el conflicto por la vía del diálogo y con respuestas reales a las legítimas exigencias de los estudiantes.

Las autoridades federales y el próximo gobierno deben ser acompañados en esa tarea por las administraciones saliente y entrante de la Ciudad de México, así como por el Congreso, porque salvaguardar a la UNAM es un tema de interés nacional.

Algunas voces, por fortuna minoritarias, circulan la versión de que Morena podría tener el interés de alentar el movimiento estudiantil para lograr el "control" de la universidad. No conocen a la UNAM y menos a Morena y, por supuesto, no pueden responder razonablemente una pregunta elemental: ¿Cómo podría convenir al futuro partido gobernante generar un escenario de inestabilidad en la UNAM?

No hay duda alguna de que los jóvenes universitarios serán un actor central en la transformación del país que ya ha comenzado. Por eso hay que escucharlos y atender sus demandas.

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