Dolores Padierna

La austeridad republicana de AMLO, fin del mirreinato

La austeridad republicana no será una moda pasajera, sino un símbolo palpable del cambio de las relaciones entre gobernantes y gobernados.

"Ya llegó la hora de que sea el gobierno federal el que se apriete el cinturón", afirmó Andrés Manuel López Obrador al dar a conocer, el 12 de julio, las 50 medidas de austeridad y lucha contra la corrupción de su próximo gobierno, junto con 13 reformas legales para compactar y disminuir áreas onerosas de las secretarías de Estado.

El plan incluye, entre sus 50 medidas, la eliminación de servicios de seguridad (guaruras), restringir el uso de choferes, prohibir viajes y pagos de viáticos sin necesidad, prohibir la contratación de familiares en la estructura de gobierno, el uso de los vehículos públicos para fines privados, así como prohibir regalos de más de cinco mil pesos o la contratación de cabilderos, entre otros puntos.

El pasado 15 de julio, el presidente electo aterrizó una de las primeras medidas de la austeridad que lo involucra a él: disminuyó en 60 por ciento los ingresos del jefe del Ejecutivo. De los 270 mil pesos mensuales que recibe el actual presidente Peña Nieto, López Obrador disminuirá su salario a 108 mil pesos al mes.

Advirtió que ningún servidor público ganará más que el presidente de la República, perfiló una disminución del salario también para los ministros de la Corte, que "perciben una cantidad mucho mayor", y apuntó que combatirán los 'moches' y el pago de sobornos en los legisladores federales.

Las medidas incluyen también la eliminación de las pensiones para los expresidentes, y afirmó que la próxima Fiscalía General de la República tendrá absoluta autonomía y "no recibirá consigna del presidente de la República".

Las críticas a algunas de estas medidas, en especial la disminución de los salarios, argumentan que los ingresos bajos pueden generar una falta de incentivo para que estén los especialistas y conocedores de distintas áreas. Otros consideran que son medidas "populistas" y algunos creen que los ahorros generados no serán suficientes para financiar otros proyectos importantes del gobierno lopezobradorista.

El punto principal de este proyecto de austeridad republicana radica en una transformación sustancial y palpable de la relación entre servidores públicos y sociedad: transformar la ecuación histórica que ve al gobierno federal como un botín y un sitio privilegiado, distinto y distante al resto de la población. Se trata de transformar la idea del 'jefe burocrático', impune e incuestionable, a la de un servidor público susceptible de ser auditado.

Arrastramos décadas de cultura política que ve al gobierno como un botín y no como un servicio. El despilfarro, los lujos, la frivolidad, la formación de una especie de 'aristocracia bananera' y de altos directivos y funcionarios que se comportan como mirreyes, rodeados de guaruras, de privilegios y de influyentismo, es una de las principales afrentas de la sociedad ante los gobiernos del PRI, del PAN y hasta del PRD a nivel estatal.

La austeridad republicana no es una moda sino un símbolo palpable del cambio de las relaciones entre gobernantes y gobernados. De aquellos delirios de tener un gobierno que "administre la abundancia" (con José López Portillo) pasamos al gobierno elitista de los tecnócratas (con Miguel de la Madrid, Carlos Salinas y Ernesto Zedillo), al gobierno de los gerentes ineficaces (con Vicente Fox y Felipe Calderón), hasta acabar con el gobierno de los excesos, de 'casas blancas', clubes de golf al servicio del presidente y viáticos para la esposa y los hijos del primer mandatario que superan los 12 millones de pesos por viaje (con Enrique Peña Nieto).

Un país con más de 20 millones de habitantes en situaciones de pobreza extrema y más de 50 millones sin recursos suficientes para llenar sus necesidades básicas, no puede tener un aparato burocrático de este tamaño, con más de 200 directores generales tan sólo en Pemex, con delegados federales ineficaces, con secretarios que dicen combatir la pobreza y se hospedan en departamentos de lujo.

Una nación que reclama honestidad no puede tener confianza en servidores públicos que se apropian de los cargos en el gobierno para obtener beneficios privados, negocios e impunidad. Se necesita una auténtica cruzada nacional contra la frivolidad y el derroche de los hambrientos del presupuesto público.

La imagen de López Obrador y su equipo de colaboradores y asesores en el encuentro con la delegación del gobierno de Donald Trump, el pasado viernes 13 de julio, dijo mucho más que horas de discurso. El presidente electo recibió a la delegación del magnate en un salón elegante y austero, con la imagen de Benito Juárez como telón de fondo. Para ser dignos no es necesario despilfarrar el dinero público, sino demostrar claridad y altura de miras.

Este es el principal cambio cultural que pondrá en marcha la cuarta transformación del país a la que convoca López Obrador.

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