Rotoscopio

'You Were Never Really Here': travesías internas

Lo ideal, señala Daniel Krauze, es tomar a esta película como una larga pesadilla, un montaje infernal, con sus propias reglas.

La premisa de You Were Never Really Here promete una historia de acción pura. Joe, una especie de asesino a sueldo, es contratado por un poderoso político neoyorquino para que rescate a su hija de las fauces de un burdel que tiene atrapada a la chica en algún punto de la ciudad. La misión se complica cuando Joe descubre que el burdel y sus clientes esconden una conspiración que llega a las más altas esferas del poder del Estado. En teoría, el de Joe es un papel que podría haber estado en manos de Keanu Reeves o Liam Neeson, dos actores que han hecho de este tipo de películas su especialidad. El personaje, sin embargo, le pertenece a Joaquin Phoenix, y eso ya es indicio suficiente del tipo de cinta que la directora Lynne Ramsay nos tiene preparada.

A You Were Never Really Here no le interesa lo que ocurre alrededor de Joe –los asesinatos que perpetra, los crímenes que ve, las personas con las que se cruza–, enfocándose más bien en el interior del personaje: su corazón abigarrado de traumas que irán brotando conforme avanza la trama. Contratar a Phoenix para que haga una versión (aún más) estilizada de John Wick quizás sería un desperdicio cuando hay tan pocos actores, en esta o cualquier otra época, que sean capaces de sugerir tal calibre de profundidades con solo una mirada. Los ojos de Phoenix –lo que ven y lo que recuerdan– están literalmente al centro de la película: el resto de sus facciones a menudo permanece oculto detrás de una gorra y una espesa barba. Histriones de esta talla no necesitan más herramientas. El guion de Ramsay incluso le da a Joe escasísimos parlamentos.

Lo ideal, me parece, es tomar la película como una larga pesadilla, un montaje infernal, con sus propias reglas, ritmo y lógica. Hay, como en algunos poemas, rimas y vueltas: la cámara se acerca una y otra vez a objetos y pies, se centra en figuras asfixiándose, mientras la música cacofónica subraya estas repeticiones. El resultado, para quien decida sumergirse en este mundo, es con frecuencia delirante e incluso hermoso (esperen a ver una larga secuencia debajo del agua y sabrán de lo que hablo). Quizás el viaje sería más entretenido con otro director y Liam Neeson a la cabeza. Pero sería más ordinario y cada cuadro de You Were Never Really Here es indiscutiblemente peculiar.

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