Rotoscopio

'Three Billboards', los efectos de la impunidad

Gran parte del genio de McDonagh está en abordar los temas más escabrosos sin solemnidad, con una gruesa capa de humor negro.

Antes de ganar el Óscar por su anárquico cortometraje Six Shooter y antes de dirigir In Bruges y Three Billboards Outside Ebbing, Missouri, el irlandés Martin McDonagh fue el enfant terrible del teatro, con una carrera prolífica y reconocida y premiada en ambos lados del Atlántico. La gran mayoría de sus obras –salvo la famosa The Pillowman, que se ha montado en México– ocurren en pueblitos, islas o pequeñas regiones del oeste de Irlanda: lugares desprovistos de nobleza, donde el whisky fluye raudo, la violencia es lingua franca y la gente se burla abiertamente de los lisiados, los dolientes y los feos. En la vida real, la península de Connemara está lejos de Ebbing, Missouri. No para McDonagh. En su obra cualquier pueblo chico es un infierno grande. La crueldad y barbarie rural es incluso más desagradable que la urbana, en gran medida porque, en un pueblito, que la gente se conozca entre sí no la disuade de humillar, golpear, matar o violar al vecino.

Cuando Three Billboards… empieza, la hija de Mildred Hayes (Frances McDormand) lleva varios meses de haber sido asesinada, sin que las autoridades locales, el sheriff Willoughby (Woody Harrelson) y su achichincle Jason Dixon (Sam Rockwell), hagan nada al respecto. La respuesta de Mildred –una de esas grandes mujeres de armas tomar que le salen tan bien a McDormand– es comprar tres espectaculares a las afueras de Ebbing y ahí, a manera de anuncio, acusar al sheriff de cruzarse de brazos en vez de encontrar al culpable de la muerte de su hija. La búsqueda de justicia de Mildred –unilateral, sí, pero también tristemente comprensible– voltea al pueblo de cabeza, desencadenando una ola de violencia que, hasta el desenlace, pinta imparable.

Como demostró en sus obras de teatro y en In Bruges (de las mejores películas de la década pasada), gran parte del genio de McDonagh está en abordar los temas más escabrosos sin solemnidad, con una gruesa capa de humor negro. Aquí la mezcla vuelve a funcionar, si bien puesta al servicio de una historia que por momentos no sabe en qué conflicto o personaje enfocarse. No obstante, conforme avanza entendemos por qué la película divaga y por qué se resiste a señalar un bando de buenos y otro de malos. La ira sin remitente, la venganza a lo bruto, siempre envilece: aunque existe la caridad y hay quienes se alejan de la violencia, nadie es un héroe y nadie queda satisfecho. Pasan los años y, a pesar del éxito, McDonagh no da indicio alguno de suavizar su discurso. Three Billboards… es una meditación incomodísima sobre el caos –social, íntimo, moral– que provoca la impunidad.

Quizá la próxima película de McDonagh podría ocurrir en México.

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