Rotoscopio

'Ready Player One', Spielberg vuelve a las andadas

'Ready Player One' quizá sea lo más ligero que Spielberg ha dirigido, por encima de 'Raiders of the Lost Ark', 'Jurassic Park' o 'Hook'.

Salvo películas menores como The BFG, a las más recientes entregas de Steven Spielberg se les puede acusar de sólo abordar temas 'serios', si bien el carácter lúdico del director está presente en todo lo que hace. No obstante, si alguien duda de su capacidad para darnos cine puramente entretenido recomiendo Ready Player One, la historia de Wade Watts (Tye Sheridan), un joven que vive en un futuro distópico donde la humanidad pasa la mayor parte del tiempo viviendo en el OASIS, un universo virtual en el que todo es posible. Repleta de referencias, guiños y homenajes al cine, los videojuegos y la música de los ochenta y noventa, Ready Player One es un artefacto incluso más nostálgico que Stranger Things, con la diferencia de que Spielberg no vuelve al pasado para repetir las fórmulas que funcionaron en aquellas décadas, sino para colocarlas en un contexto que, si bien está vinculado a Inception y The Matrix, no se asemeja demasiado a las películas que homenajea: King Kong, Back to the Future, Saturday Night Fever y hasta Jurassic Park. Ready Player One, vaya, no es un regreso gratuito a la arena en la que Spielberg cobró fama y gloria. El director simplemente toma algunos juguetes prestados para insertarlos en una narrativa más o menos pertinente sobre la corporativización de las fronteras digitales, pero sobre todo muy divertida.

Ready Player One quizá sea lo más ligero que Spielberg ha dirigido, por encima de Raiders of the Lost Ark, Jurassic Park o Hook, con la que comparte más de un elemento narrativo. Sus más de dos horas de duración se van en un parpadeo, concatenadas por secuencias delirantes en las que los excesos –de color, de referencias, de explosiones– nunca empalagan. La habilidad de Spielberg queda patente, sobre todo, en una carrera a través de un Nueva York poblado de personajes y objetos de otras películas. La secuencia es tan emocionante que el resto de la cinta se percibe como un bajón de velocidad.

Eché de menos algo de quietud spielberguiana: a pesar de ser famoso por sus secuencias de acción, pocos directores registran mejor la intimidad que él (basta recordar la secuencia en la que el hijo del jefe Brody imita los gestos de su preocupado padre en Jaws). Ready Player One parece un producto creado para agradar justamente a la generación que retrata: individuos incapaces de poner atención en una sola cosa por demasiado tiempo. Esto no necesariamente es una crítica. Es un milagro que Spielberg nos atrape ciñéndose a un modelo tan asfixiante, en el que los personajes rara vez se detienen entre carreras, batallas y corretizas.

Ready Player One no se atreve a condenar los mundos virtuales o a ensalzar sus virtudes: no queda claro, vaya, si el OASIS es una maravilla o una maldición. Quizás sea mucho pedirle a Spielberg que critique el escapismo, virtual o no. Después de todo, y como demuestra su más reciente película, nadie mejor que él para llevarnos a mundos paralelos. Pasan los años y el más famoso director estadounidense sigue siendo el mejor en lo que hace.

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