Rotoscopio

‘Lean on Pete’: La pequeña tragedia en la pradera

'Lean on Pete' sacrifica concreción en aras de una vaguedad temática y geográfica que resulta en la película menos redonda que Andrew Haigh ha dirigido, escribe Daniel Krauze.

No se me ocurre otro cineasta reciente cuya carrera haya empezado mejor que la del británico Andrew Haigh. Weekend y 45 Years son obras maestras: la primera una versión más cruda de Before Sunrise y la segunda un drama de proporciones íntimas pero honduras insondables, con una magistral Charlotte Rampling al centro. Ambas son también modestas, sujetas a un rincón de Gran Bretaña y siguiendo a parejas en extremos opuestos de la vida: Weekend aborda el inicio de una relación, 45 Years sus estertores. Estas similitudes son tan evidentes que es entendible que Haigh, en su tercera entrega, busque cambiar de ritmo. Lean on Pete, por lo tanto, no está anclada a un solo sitio y la cantidad de personajes que aparecen forman una especie de álbum de la miseria norteamericana. Es encomiable que Haigh haya decidido probar suerte con una cinta tan distinta a lo que sabe hacer bien, incluso dejando su país atrás para filmar en Estados Unidos. Pero el que mucho abarca poco aprieta. Lean on Pete sacrifica concreción en aras de una vaguedad temática y geográfica que resulta en la película menos redonda que Haigh ha dirigido.

Charley (Charlie Plummer), un adolescente que vive con su padre en un pueblito de Oregon, encuentra trabajo cuidando los caballos de Del Montgomery (Steve Buscemi). Ahí, no tarda en encariñarse con el caballo que le da nombre a la película, un animal con el que, orillado por una retahíla de tragedias, Charley terminará emprendiendo un viaje por la pradera estadounidense. El primer tercio de Lean on Pete es notable: una visita al submundo de las carreras de caballos y un acercamiento dulce al mundo de un chico atribulado pero recio, trabajador y decente. Cuando adolescente y caballo salen de Oregon, sin embargo, Lean on Pete se despeña en una sarta de infortunios que no redundan en culebrón únicamente porque Haigh es un director sutil y contenido. Hacia el desenlace solo falta que a Charley le caiga encima un meteorito. Todo lo que puede salir mal sale peor.

Lo que no acaba en desgracia es gracias a la gentileza de los extraños que ayudan a Charley a lo largo de la travesía. Desde Steve Buscemi a Steve Zahn (que aparece en los últimos minutos de la película), los personajes secundarios de Lean on Pete destacan por su tridimensionalidad. Todos pueden ser nobles y viles, ninguno es un héroe o un villano. El único personaje que tiene un solo perfil es el caballo, al que la película valientemente retrata sin un dejo antropomórfico. En sus mejores pasajes, Lean on Pete es una versión realista y punzante de Mi amigo el dragón. En los peores es la historia de una vida azotada por la mala fortuna. Pocos motores narrativos más insulsos que el malvado azar.

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