Rotoscopio

'Last Week Tonight': periodismo disfrazado de comedia

El programa de noticias es, en el fondo, un largo ataque contra las corporaciones, los magnates y los millonarios timadores, escribe Daniel Krauze.

John Oliver se ha cansado de afirmar que Last Week Tonight no es un programa de noticias sino de comedia y que él tampoco es un periodista tanto como un comediante. Oliver empezó su carrera en Estados Unidos como corresponsal (o "corresponsal" entre comillas) de Jon Stewart, su mentor, quien también aseguraba que The Daily Show no era noticioso sino cómico. Por fortuna, la intención del autor importa poco. No importa si Oliver se ve a sí mismo más como un payaso que como un reportero incisivo y un entrevistador que se ha sentado frente a Jane Goodall, Stephen Hawking y Edward Snowden. Su trabajo habla por sí solo, así como el concepto mismo del programa. Después de todo, si su intención fuera únicamente hacer reír a la gente seguro encontraría temas más simpáticos que un segmento de veinte minutos sobre las minas de carbón en Estados Unidos, el boom petrolero en Dakota del Norte o las leyes en contra del aborto.

Es un milagro que Last Week Tonight logre enganchar al público y hacerlo reír abordando temas tan áridos, con un formato –detrás de un escritorio, Oliver opina sobre los sucesos de la semana, acompañado por algunas imágenes– no precisamente dinámico. Y, sin embargo, los clips de Oliver a menudo se vuelven virales, logrando millones de vistas y, en ocasiones, incluso cambiando el rumbo de Estados Unidos. Nada mal para un programa de comedia encabezado por un británico. ¿Cuál es su secreto?

Las bromas ayudan, claro. Oliver sabe que su show vive más allá de la tele y, por lo tanto, tiende vínculos hacia la web, lanzando un libro paródico a través de Amazon, creando páginas o fabricando hashtags. Pero la importancia de Oliver radica sobre todo en su periodismo. La enorme mayoría de los segmentos del programa se vuelcan contra el capitalismo rapaz tanto estadounidense como mundial. Last Week Tonight es, en el fondo, un largo ataque contra las corporaciones, los magnates, los millonarios timadores, los buitres, los consumidores y hasta los ridículos productos de una sociedad en la que no hay valor más encomiable que hacer dinero a costa de la ingenuidad y la ignorancia del otro. De ahí se desprende, por ejemplo, su magnífico reportaje sobre la FIFA o sobre el televangelismo. Con Trump en la presidencia quizás no haya un programa más necesario que Last Week Tonight. Su comedia es buena. La consistencia y solidez de su periodismo es aún mejor.

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