Colaborador Invitado

A propósito de la cerveza que las grandes hicieron con las pequeñas

Sánchez López señala que los grandes conglomerados globales han buscado ser vistos como esos padrinos benevolentes que buscan impulsar a la industria o simplemente verse asociados al movimiento artesanal por mercadotecnia.

Por Juan Sánchez López / distribuidor independiente de cerveza

México es un país de cerveza. Nuestro país ocupa el cuarto lugar en producción mundial (aquí se fermenta más del 15 por ciento de toda la cerveza en el mundo) y es hoy por hoy, la nación que más exporta esta bebida en el planeta.

La tradición cervecera mexicana nació prácticamente con nuestra historia como nación independiente, aprovechando que después de la guerra de Independencia, las tarifas e impuestos que se enviaban a la monarquía española desaparecieron de la noche a la mañana.

Actualmente, esta industria es controlada casi en su totalidad por dos grandes conglomerados internacionales, mientras que la relativamente nueva industria de cerveza independiente de estos dos gigantes ocupa menos del 2 por ciento del total de la producción.

Para contrarrestar el poder económico, acceso a insumos y de cabildeo que tienen estas dos transnacionales en la industria de la malta y la cerveza, han surgido diferentes asociaciones de cerveceros independientes a niveles nacional, regional o estatal.

Por otro lado, existe una asociación originalmente creada hace 60 años por Grupo Modelo y Cervecería Cuauhtémoc-Moctezuma, la CANICERM (Cámara Nacional de la Industria de la Cerveza y la Malta), cuyo objetivo principal fue desde su fundación, la recopilación de estadísticas de producción y apoyos para la consolidación de la industria maltera mexicana. Hace 4 años, esta asociación cambió de nombre y estrategia, ahora es conocida como Cerveceros de México, abriendo la participación a cerveceros independientes para "apoyar el desarrollo de la industria cervecera mexicana".

Recientemente, se anunció una cerveza colaborativa entre los miembros de la asociación Cerveceros de México, es decir, entre AB-InBev, Heineken y las catorce cervecerías independientes que la conforman (una cerveza, por cierto, que no estará a la venta al público). Esta colaboración, llamada "Cerveza Colectiva", ha vuelto a traer a la mesa la discusión sobre los ideales y creencias de la industria cervecera independiente.

Para sus protagonistas, la revolución artesanal o independiente, fue resultado de la ideología ellos-contra-nosotros. La rebelión idealizada en contra de la cerveza producida en masa, con procesos industriales, donde el objetivo es la eficiencia y la ganancia económica. David contra Goliat, los rebeldes contra el imperio.

Esta dicotomía no ha pasado desapercibida por las dos más grandes cerveceras del mundo, pues ya hay estrategias claras para la compra, inversión y participación en las cerveceras antes independientes. Dicho esto, nos preguntamos, ¿a quién benefician las colaboraciones como estas? ¿Al consumidor? ¿A las cervecerías independientes? … ¿a las macro cervecerías?

Si el producto no sale a la venta, es probable que el consumidor casual nunca se entere, y por lo tanto podemos entender que no es el beneficiario. Si el producto no sale a la venta, no representa un ingreso adicional para las cervecerías pequeñas buscando hacer más con menos; ¿Entonces? ¿Una oportunidad de exposición, aprender sobre técnicas o tecnologías nuevas que son accesibles solo a los jugadores globales? Quizás. Poco que ganar, tomando en cuenta la polarización que estos temas normalmente tienen en los movimientos de cerveza independiente.

Pero ¿Qué gana una macrocervecería? Ciertamente, no pierde. Desde el 2011, cuando el gigante AB-InBev adquirió Goose Island Brewery, cervecería insignia del movimiento independiente en Chicago, los grandes conglomerados globales han buscado ser vistos como esos padrinos benevolentes que buscan impulsar a la industria o simplemente verse asociados al movimiento artesanal por cuestiones de mercadotecnia. Todo esto siendo plenamente conscientes de la polarización que causa entre los cerveceros independientes y el mínimo o nulo impacto que tiene en sus ventas al consumidor casual. Por otro lado, para la minoría creciente del consumidor moderno, la compra de participación en una marca artesanal, el lanzamiento de cervezas "especiales", cambios en sus etiquetas para hablar de estilos y ahora colaboraciones con cervecerías independientes, puede entenderse como un incremento de ciertos intangibles como el "goodwill" o buena voluntad, que podría hacerlo inclinarse a esa marca en lugar de otra.

Al final de cuentas, colaboraciones o no, es claro que los negocios buscarán siempre incrementar sus ganancias y valor de marca. Pero si uno de estos (o catorce) no puede generar una ganancia o incrementar su valor, mientras que otra (o dos) si… ¿Usted, quién piensa que gana en esto?

correo: juan@sanchezlopez.com

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