Carlos Javier Gonzalez

Meade, AMLO y Anaya: Réquiem por la democracia

 

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La designación de José Antonio Meade Kuribreña como candidato presidencial del PRI, nos hizo revivir los momentos más anquilosados de un priismo igualmente anticuado, avejentado y un poco sórdido. El ritual desempolvado de la cargada, del destape, de la liturgia como le llamó el único que manda en el PRI, Enrique Peña Nieto, finalmente volvió a estar presente en nuestra vida política, igual que hace casi cincuenta años, cuando el "destapado" fue Luis Echeverría Álvarez, que fue arropado por el "sector campesino" de dicho partido personalizado en el liderazgo del Augusto Gómez Villanueva, quien por increíble que parezca, y desafiando cualquier lógica e incluso cualquier atisbo de dignidad, ahí sigue. Estuvo en la foto con Meade, el mismo Gómez Villanueva, levantándole la mano y dándole el respaldo de su sector (que hace muchos años dejó de existir en la realidad nacional). ¿En verdad los líderes históricos del campesinado mexicano no habrán evolucionado absolutamente nada en un periodo de cincuenta años? Parece ser que no, pero no se trata solamente del estancamiento o franca involución del PRI, se trata de una confirmación de que dicho partido no conoce, ni siquiera de manera conceptual, los términos "democracia" y "república". Este espectáculo vergonzante, que antiguamente marcaba la designación del próximo presidente, sigue demostrando que la democracia les da urticaria a los partidos políticos en este país. No se vislumbra, ni por equivocación, alguna disidencia a la opinión y decisión del gran elector priista, sino al contrario. Absoluta disciplina abyecta, loas al elegido, méritos sin precedentes, etc. Un prohombre que salvará a la patria, en caso de ser elegido. Pero este problema que parece ser único del PRI, en realidad no lo es. Es el mismo espectáculo grotesco que habrá de darse en Morena, cuando el único elector que importa en dicho partido se autodesigne candidato a la presidencia sin otro fundamento que su propia opinión sobre sí mismo. Sí, él también se proyecta como un salvador de la patria, un prohombre, un líder. Eso sí, tampoco pasará la prueba del ácido del procedimiento interno democrático, porque tampoco cree en la democracia. Es decir, los dos partidos son iguales, aunque los candidatos no lo sean. José Antonio Meade es un hombre con una gran preparación técnica y según ha trascendido, no tiene mancha que le vincule con escándalos de corrupción. Por su parte López Obrador, es quien mejor conoce el funcionamiento del sistema político mexicano, el mejor operador político que ha tenido este país en generaciones y con una gran ascendencia moral entre sus seguidores. Pero lo dos compartirán su pecado original: Una designación antidemocrática, impuesta, sin oposición interna aunque sea para contrastar propuestas de partido y enriquecerlas. Nada de eso, ambos candidatos tienen el mismo origen: La imposición. Y todo parece ser que en Frente (dizque)Ciudadano por México, se dará el mismo fenómeno. Ricardo Anaya habrá de imponer su propia candidatura contra viento y marea, incluso contra la voluntad de los partidos y de los partidarios que conforman dicho frente, lo que acabará por romperlo haciendo que el PAN y el PRD vayan solos a las elecciones y caigan a un tercer y cuarto lugar.

Tampoco habrá elección abierta, será imposición cupular y punto. De entre estos señores que nacen del autoritarismo, habrá de salir nuestro próximo presidente, y cabe preguntarse, ¿entonces para qué carajos sirven los partidos políticos si lo único que cuenta es la voluntad de uno? Habrá quienes crean que los partidos políticos pueden elegir a sus candidatos como les venga en gana, pero no es así. El artículo cuarenta y uno fracción primera de la Constitución General de la República, establece que los partidos tienen como fin "promover la participación del pueblo en la vida democrática"; así lo dice, del pueblo.

No del gran elector, no de los compinches que secuestran candidaturas, no del dedazo.

Además, ellos viven del dinero público, de los impuestos que todos pagamos, no de su trabajo. Pero a los partidos políticos les valen madres sus responsabilidades constitucionales, porque saben que no hay quien les pida rendir cuentas porque todos ellos, actúan de la misma manera: autoritarismo y democracia simulada. Estamos en el umbral de uno de los procesos más antidemocráticos que habrá de verse en nuestro país, no es exagerado dedicar un réquiem por la democracia.

Twitter: @carlosjaviergon

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