Desde Otro Ángulo

México en el mundo: Apuntes sobre el 2º debate

Los candidatos mostraron que desconocen el lugar que ocupa México en el mundo, enfatizando los temas domésticos sobre los desafíos externos.

En un comentario en Twitter hacia el final del debate del domingo pasado, Carlos Bravo Regidor dio en el clavo. Lo cito: "Ningún candidato tiene una visión clara sobre el lugar de México en el mundo. Todos recalan de inmediato en asuntos que son más bien de política doméstica. En cierto sentido, todos son 'lopezobradoristas'".

Estoy totalmente de acuerdo. Fuera de algunas menciones al vuelo sobre Asia, América Latina y la ONU, el grueso de la discusión durante el segundo debate se concentró en la relación con Estados Unidos y, más específicamente, en cómo lidiar con su actual presidente. Ese, con todo, no es el problema. El vacío relevante se refiere a que los distintos candidatos omitieron presentar los trazos más básicos de algún encuadre a partir del cual pensar al país en el mundo.

Durante los 2000, Brasil e India, países con participaciones en el comercio global menores a México, lograron colocar temas centrales a sus intereses y los de muchos países en desarrollo en la agenda de comercio global (por ejemplo, la reducción de los subsidios a los productos agrícolas en el norte desarrollado). Ello, a través de una estrategia deliberada que les permitió liderar al conjunto de los países en desarrollo al interior de la Organización Mundial de Comercio (OMC) y hacerlo sin renunciar a la defensa del libre comercio, aunque sí exigiendo, como lo han hecho siempre los países desarrollados, su aplicación selectiva. Ambos países abrieron progresivamente sus economías y pudieron generar crecimientos de sus PIB per cápita superiores a los de México entre 1990 y 2015.

Utilizo el ejemplo de Brasil e India, basado en el excelente libro de Hopewell, Breaking the WTO: How Emerging Powers Disrupted the Neoliberal Project, para mostrar que los países en desarrollo, si bien sometidos a restricciones parecidas, no han adoptado las mismas estrategias para encarar las presiones de un mundo globalizado, y tampoco han tenido que renunciar a la defensa del libre comercio para buscar defender y avanzar sus intereses.

La apuesta mexicana de hacer del TLCAN y del abrazo a la globalización el motor de nuestro progreso interno trajo algunos beneficios importantes, pero ha estado muy lejos de cumplir las expectativas planteadas en términos de crecimiento y bienestar para el conjunto de los mexicanos. Dos han sido las causas centrales de ello. Primero, la incapacidad de los gobiernos del país desde entonces hasta la fecha para defender con mayor contundencia e inteligencia nuestros intereses a nivel internacional. Segundo y más importante, el profundo descuido del frente interno en lo que hace a políticas y arreglos institucionales capaces de hacer de la apertura de nuestra economía en general y del TLCAN en particular palancas para impulsar progreso compartido en lugar de creciente desigualdad entre regiones, sectores y grupos a nivel doméstico.

También tiene razón Bravo en señalar que, al menos durante el debate del domingo, todos los candidatos terminaron coincidiendo con López Obrador. Es decir, enfatizando temas domésticos en sus respuestas y propuestas frente a los diversos desafíos externos que se les fueron planteando.

Esa coincidencia pudiera derivarse de que, en este como en tantos otros temas, AMLO ha terminado definiendo la agenda. Pero también a que, si bien no aporta soluciones convincentes, sí pone sobre la mesa temas imprescindibles. Frente al sonsonete de las ventajas y virtudes de la apertura, la globalización, los tratados comerciales y el amarrar nuestro coche al de Estados Unidos como pieza central (si no, exclusiva y excluyente) de nuestro accionar internacional, López Obrador plantea otro script. Uno en el que el foco se invierte y nos obliga a ver que la 'acción' de la trama está en lo interno y no en lo externo.

¿Con qué vamos a salir al mundo hoy si andamos tan deshechos y divididos adentro de la casa? ¿Cómo definir cuánta apertura y en qué ámbitos, cuál prioridad darle a lo multilateral y a lo bilateral respectivamente, qué prioridades y no negociables en distintas materias y frente a distintos foros y países, y cómo mejorar la imagen de México en el exterior, entre otros, sin antes recoger nuestro tiradero nacional y acordar internamente qué queremos para el país?

Para pensar nuestra política exterior hoy y para poder determinar cuánto del script globalizador y onda monogámica (de aquí para allá) con Estados Unidos conservamos y cuánto ajustamos, lo primero que hay que hacer es poner en orden la casa común, revisar y acordar prioridades, y encontrar la manera de reducir, a la mayor velocidad posible, nuestra tremenda vulnerabilidad presente frente al exterior.

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