Desde Otro Ángulo

La ceguera de las élites

 

1

Los blancos ricos en los Estados Unidos dejaron de entender y de ver a la clase trabajadora blanca de ese país, justo cuando las condiciones económicas este último grupo declinaban estrepitosamente.

En lugar de tomar en serio sus reclamos y demandas, los ricos y, en especial, las élites blancas y liberales del país del norte los acusaron de racistas, machistas, nativistas e ignorantes, los descontaron y procedieron a seguir dirigiendo sus "buenos corazones" a los pobres, las personas de color, los inmigrantes ilegales y los grupos homosexuales y transgénero.

Mejor resumen de ello que el famoso apelativo de "deplorables" que les dirigió Hillary Clinton durante la campaña presidencial de 2016 a las clases trabajadoras blancas, imposible.

A desmenuzar, así como a intentar explicar y darle sentido a todo esto dedica Joan C. Williams su último libro, publicado en mayo de este año: White Working Class: Overcoming Class Cluelessness in America (La clase trabajadora Blanca: Superando la ceguera de clase en los Estados Unidos). Conviene leerlo. Conviene hacerlo, pues ofrece claves analíticas muy valiosas para entender las fracturas sociales y culturales detrás del fenómeno Trump y otros populismos recientes (particularmente, de derecha) en diversos países desarrollados.

Conviene leerlo, también, porque nos aporta pistas potencialmente útiles para descifrar el desbarajuste sociocultural que experimenta el México contemporáneo y sus posibles efectos en lo electoral.

El libro de Williams es una expansión de un artículo de la autora publicado el 10 de noviembre de 2016 en la revista Harvard Business Review bajo el título: "What so many people don't get about the US working class".

El artículo examinaba la brecha cultural entre las élites y la clase trabajadora blancas en los Estados Unidos y planteaba la siguiente tesis: los blancos de clase trabajadora admiran a los ricos (ejemplo: Trump) porque no tienen contacto con ellos y ven su riqueza es producto de su mérito esfuerzo (valores centralísimos de esos sectores), al tiempo que experimentan un profundo resentimiento en contra de las élites gerencial-profesionales (ejemplo: Hillary) dado que las vinculan a los gerentes con lo que sí tienen contacto cotidiano y tienden a verlos como parásitos que, en lugar de trabajar, se dedican sólo a ampliar y explotar su red de contactos sociales.

La incisiva observación de Joan C. Williams no fue una mera ocurrencia tras el triunfo de Trump. Es el resultado, más bien, de largos años de investigación de corte sociológico y antropológico en torno a las clases sociales en los Estados Unidos. Ese trabajo ayuda a explicar las preferencias (a la postre, tan decisivas electoralmente) de la clase trabajadora americana a favor de Trump y en contra de Hillary Clinton.

Si bien el análisis de Williams enfatiza los aspectos culturales de la relación entre clases, también permite ir más allá del clivaje explicativo cultura vs condiciones económicas para dar cuenta del triunfo de Trump. Ello, pues incorpora en su explicación tanto la creciente brecha cultural entre clases sociales como el deterioro de las condiciones materiales de la clase trabajadora blanca en los Estados Unidos.

Un análisis análogo resultaría de gran utilidad para el caso mexicano.

Resultaría muy valioso, esto es, porque nos ofrecería claves para tratar de vislumbrar cómo se procesará electoralmente en el 2018 la creciente polarización entre nuestras élites (económicas y políticas) y el resto de la población.

Polarización, conviene recordar, que es producto tanto de la concentración de riqueza sin precedentes que hemos experimentado a lo largo de los últimos 30 años, así como del resquebrajamiento de las normas y rituales socioculturales que hicieron gobernable la desigualdad durante una buena parte del período posrevolucionario.

COLUMNAS ANTERIORES

Somos dos, pero (también) mucho más que dos
Resentimiento vs. miedo

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.