Desde Otro Ángulo

El desierto opositor: algunas claves

Es comprensible la descolocación de opositores y críticos y su dificultad para reaccionar con tino y cordura frente a una derrota tan gigantesca.

Una de las víctimas más notorias del triunfo arrollador de AMLO y Morena en las elecciones de julio pasado ha sido la oposición en todas sus formas, encarnaciones y sabores. En conjunto y más allá de sus múltiples versiones, la oposición al presidente electo y a los enormes espacios de poder político que obtuvo en las urnas aparece dispersa y extraviada.

Los partidos de oposición están devastados. Del PRD queda ya poquita cosa, el PAN parece encaminarse al precipicio, y lo que se alcanza a ver del PRI es, por ahora, sobre todo, pasmo y sombras. Los empresarios mascullan en privado y hacen caravanas en público. Con pocas excepciones, las voces y plumas más críticas y vocales se aferran a sus certezas y siguen recitando los parlamentos de esa especie de teleserie que lleva como 30 años en pantalla. La única 'oposición' capaz, hasta el momento, de imponerle algún límite al frenesí de actos, decisiones y anuncios del que será el próximo gobierno, son los inversionistas a través de la agregación de sus cálculos y sus humores en los mercados (por cierto, mucho muy imperfectos).

Es comprensible la descolocación de opositores y críticos y su dificultad para reaccionar con tino y cordura frente a una derrota tan gigantesca. Muy pocos –incluso dentro de las filas de Morena– previeron una victoria del tamaño que obtuvieron AMLO y su movimiento/partido. Ha transcurrido, además, muy poco tiempo desde ese triunfo tan contundente y, encima, la aceleración del ritmo del acontecer político desde el 1 de julio ha dejado poco tiempo para tomar aire, ya no digamos para medio ordenar las ideas.

Por si ello fuera poco, conspiran en contra de una posible oposición eficaz otros muchos factores. Algunos son parte de usos y costumbres muy arraigados en la sociedad y en la política mexicana. Entre ellos uno central y muy bien retratado por Jesús Silva-Herzog Márquez en su columna de esta semana. Me refiero a esas pulsiones cortesanas y obsecuentes para con el poderoso en turno que siguen formando parte de las entrañas del México profundo.

Otro elemento que no ayuda, y que generará serios desafíos en la construcción de una oposición creíble al gobierno encabezado por López Obrador, tiene que ver con el profundo debilitamiento de los partidos de oposición y su incapacidad para aportarle cauce al malestar de los distintos grupos que no se sienten representados por Morena y su líder máximo, incluyendo, desde luego, a aquellos a los que les produce verdadera erisipela.

Entre los numerosos obstáculos que enfrenta y habrá de enfrentar la posibilidad de armar una o varias oposiciones capaces de plantearle resistencia efectiva al ejercicio de un poder tan grande y concentrado como el que se nos avecina, quiero detenerme en dos. El primero relativo a la forma de mirar y el segundo relacionado con algunos de los temas fundamentales que convendría muchísimo poder escudriñar.

Desde sus anteojos de siempre, a muchos de los opositores y críticos de AMLO todo lo que dice y hace el próximo presidente de México les resulta incomprensible, irracional, enloquecido, temerario, irresponsable y cosas por el estilo. Desde esa imposibilidad de entender, e incluso de animarse a intentar entender, lo que se activa es el susto y/o el enojo. Ello suele terminar nublando aún más la vista y contribuye a explicar el tono fuertemente emocional que, con excesiva frecuencia, ha caracterizado las reacciones frente a López Obrador por parte de sus opositores.

Expresiones de este tipo ofrecen desahogos momentáneos y, en los casos de voces muy públicas, posible sensación de grandeza por atreverse a enfrentar al terrible nuevo gigante. Como hemos visto en dos años de Trump en Estados Unidos, sin embargo, la crítica de víscera y garganta no parece ser un medio muy prometedor para producir una oposición eficaz. Lo que hace falta es menos víscera, mucho más autocrítica y mucha más voluntad de entender.

Lo cual me lleva al segundo obstáculo mencionado arriba: la imposibilidad de ver partes centralísimas de la realidad política de cualquier país y que la mirada crítica dominante frente a AMLO pareciera incapaz de ver. Las resumo aquí en una frase: "es el territorio y son las necesidades de la gente de a pie". Justo las dos cosas que nuestras élites políticas y económicas perdieron de vista y cuyo abandono generó el vacío a partir del cual AMLO construyó –con mucho y muy largo trabajo a ras de tierra– las condiciones para hacerse de prácticamente la totalidad del poder político en el país.

Sería costoso para todos quedarnos sin oposición efectiva. Ojalá, más pronto que tarde, la crítica y la oposición emprendan el camino de la autocrítica y el arduo trabajo de re-conocer al país. Sin presencia y control efectivo sobre el territorio y sin algún tipo de arraigo entre la población, no hay poder político que valga.

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