Benjamin Hill

Al fin termina la transición

Todos somos capaces de comprender un cambio de rumbo cuando está justificado; en cambio, nadie valora positivamente la insistencia en el error.

Un ambiente de incertidumbre suele ser desfavorable para el ambiente político, pero sobre todo para la economía de un país. Después de las elecciones de julio se abrió paso a un largo período de transición, durante el cual el gobierno electo anunció decisiones y declaró intenciones que han generado un ambiente de dudas e incertidumbre sobre el futuro. Este largo periodo de transición, en lugar de ayudar a generar certezas sobre el rumbo que tomará la siguiente administración, ha levantado más interrogantes y, en consecuencia, ha creado un ambiente de nerviosismo.

Es un hecho que el período de transición no fue muy auspicioso. Como apunta Enrique Quintana en su columna Coordenadas de ayer, en los últimos meses y en respuesta a las señales que ha enviado el equipo de transición, el peso se ha devaluado casi 9.0 por ciento y el valor de las empresas que cotizan en la Bolsa Mexicana de Valores han perdido 90 mil millones de dólares. Un artículo de David Luhnow y Robbie Whelan para el influyente Wall Street Journal, publicado el domingo, hace un sombrío recuento del efecto negativo de las decisiones del equipo de transición sobre la confianza de los inversionistas internacionales. Estos antecedentes han sido interpretados por muchos analistas, con razón, como una 'probadita' de lo que vendrá en la siguiente administración.

Sin embargo, creo que a pesar de que las decisiones anunciadas durante el período de transición pueden ayudar a hacer un pronóstico sobre el tono y el estilo del gobierno entrante, no son suficientes para saber en realidad cómo será el nuevo gobierno cuando asuma sus funciones. Y lo que pasa es que las propuestas de campaña no siempre se convierten al pie de la letra en políticas de gobierno. El periodo de transición de los gobiernos en México es singularmente largo comparado con otros países, por lo que ofrece una oportunidad para examinar la pertinencia y utilidad de las propuestas de campaña y de reconsiderar algunas ideas.

Durante la transición ocurre un diálogo con funcionarios del gobierno saliente para los trabajos de entrega, que permite a los equipos de transición conocer la 'realidad real' del estado de la administración pública, fuera de las ideas distorsionadas que se alimentan durante el áspero debate electoral, con lo que se tiene oportunidad de acceder a diagnósticos más informados y conformar una mejor idea de lo que es posible y lo que no es posible lograr. A lo largo de la transición también se generan aprendizajes, cambian las circunstancias internas y externas, se moderan o radicalizan posiciones en lo político y lo económico y, en consecuencia, algunas promesas de campaña e intenciones anunciadas en transición podrían mantenerse, abandonarse o transformarse. Un ejemplo de cómo es posible que se transformen las propuestas de campaña, es el anuncio sobre la política de seguridad pública, cuya naturaleza cambió de forma radical respecto de lo que se había anunciado antes de las elecciones para acomodarla mejor a las circunstancias. Otro caso es el anuncio hecho en campaña sobre bajar el Impuesto al Valor Agregado (IVA) en la frontera norte, intención que ha sido abandonada en lo que parece ser una decisión de responsabilidad fiscal.

Con el fin del periodo de transición termina la incertidumbre sobre cómo será el estilo de gobernar de la siguiente administración. Termina también el período del "beneficio de la duda", y las valoraciones que hagamos sobre la siguiente administración ya no se harán sobre proyecciones imaginadas con base en lo que vimos durante la transición, o sobre posiciones ideológicas previas, sino sobre el resultado material del ejercicio del gobierno.

Termina también un período de transición que trajo importantes costos, pero también grandes aprendizajes que no deben olvidarse o descartarse. Las propuestas de campaña no deben ser una camisa de fuerza para el siguiente gobierno; es posible y deseable hacer cambios cuando el interés del país lo exige. El inicio de una administración debe ser una oportunidad para romper con ideas y propuestas que antes parecían viables y benéficas, pero que a la luz de nueva información y diagnósticos más certeros han mostrado ser equivocadas. No hay necesidad de insistir en la implantación de malas ideas. Todos somos capaces de comprender un cambio de rumbo cuando está justificado; en cambio, nadie valora positivamente la insistencia en el error. Esperemos, dado que nos conviene a todos, que lo que vivimos en transición sirva para orientar las políticas de la siguiente administración hacia el logro de lo que deben ser las mejores causas de México en materia de justicia, democracia, crecimiento y bienestar para los que menos tienen, y que el nuevo gobierno logre elevarse sobre los resultados que obtuvimos durante el periodo de transición.

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