Desde San Lázaro

¿Frustrada embestida empresarial?

Nunca, el empresariado mexicanos había sido agredido en una campaña presidencial por un candidato que se ha encargado de polarizar a la sociedad y estigmatizar al sector empresarial, como de malos.

Ahora, ya no sólo tienen que enfocarse a hacer un negocio rentable, sino, obligados por las circunstancias, impulsan una participación activa en la vida política del país, además de llevar a cabo una campaña para que en sus universos de trabajo razonen su voto.

Son los grandes empresarios, los que realmente crean los empleos formales y los que han colocado a México entre las principales economías del orbe, los que se han atrevido a manifestar sus inquietudes sobre el eventual arribo a la Presidencia de la República de Andrés Manuel López Obrador.

De ninguna manera este esfuerzo ha sido infructuoso, al contrario, ha permitido que efectivamente un gran sector de la sociedad esté razonando su voto en función de lo que les conviene a ellos y por supuesto al país.

Además, lo hacen como una autentica respuesta ante las agresiones directas del candidato de Morena, que, primero, pretende desacreditarlos, y después, si llega a Los Pinos, expropiar sus empresas y criminalizarlos.

Ante este mayúsculo riesgo, lo menos que tienen que hacer es defenderse y, por supuesto, desde sus trincheras, impedir que esa amenaza se cristalice.

Nunca, en una campaña presidencial, habían sido abiertamente agredidos los grandes empresarios por un candidato que se ha encargado de polarizar a la sociedad y estigmatizar al sector empresarial, como malignos, mientras que los pobres representan la bondad.

Al enraizar esta idea en el colectivo se justifica cualquier cosa para acabarlos.

Entonces, ante esta real amenaza, por qué Claudio X González, Germán Larrea Mota, Alberto Baillères, Eduardo Tricio Haro y Alejandro Ramírez Magaña, no se van a defender si fueron acusados directamente por AMLO de conspirar en su contra.

¿Qué quería el tabasqueño?, que se quedaran callados y resignados a enfrentar lo que parece irremediable.

El Consejo Mexicano de Negocios, desde el 3 de mayo en un desplegado en la prensa, hizo un enérgico llamado a que cesen los ataques personales y las descalificaciones infundadas contra el empresariado. Además de impulsar abiertamente una campaña sobre el razonamiento del voto.

Se habla de que ha sido frustrada la embestida empresarial que se pronunciaba por la declinación de José Antonio Meade en favor de Ricardo Anaya, cuando desde hace varias semanas ya se invirtieron sus posiciones en las encuestas.

El desencuentro no va quedar sólo como un suceso anecdótico, sino necesariamente tendrá repercusiones funestas para el país si gana Andrés Manuel. Si pierde, de todas maneras es necesario fortalecer el Estado de derecho para blindar aún más a la propiedad privada e incentivar el emprendimiento y al sector empresarial.

En pleno siglo XXI, cuando se suponía que ya estaban erradicadas las prácticas que tanto daño hicieron a la sociedad y a la libre empresa, como la expropiación, la rectoría del Estado y el proteccionismo, resurgen no sólo en México sino en varias regiones del mundo, como en Estados Unidos, con fuerza inusitada, impulsadas por líderes populistas y falsos redentores.

En este contexto, es precisamente por lo que se debe evitar a todas luces que llegue al poder un hombre como López Obrador, que está agazapado esperando el momento para aniquilar a sus detractores.

Bien por los empresarios que no sólo defienden su patrimonio, sino el trabajo de millones de mexicanos, quienes, por cierto, tienen la fortuna de tener ese privilegio.

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