Sin Frases Hechas

IEEPO: de las palabras a los hechos

 

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Apareció el Estado.

Siempre son preferibles los hechos a los discursos.

Pocos son los discursos que producen un cambio. Los ha habido en la historia, pero son escasos (Tengo un sueño o Sangre, sudor y lágrimas, por ejemplo). Casi siempre los discursos, buenos, regulares y malos, quedan atrapados en su propia venalidad y suelen ser tan fugaces como el instante en el que son pronunciados. A pesar de ello, o quizá por ello, abundan los políticos que parecen estar convencidos de que los discursos solucionan. Hablan y se van muy satisfechos, seguros de que han salvado a la patria.

Pero los verdaderos agentes de cambio son los hechos.

Es ya una tradición celebrar los encendidos e irónicos discursos que pronunció Demóstenes en contra de Filipo II y luego de su hijo Alejandro, y sin embargo, Alejandro avanzó y venció a Atenas sin que las palabras del orador lo impidieran.

Es preferible ver al gobernador Gabino Cué anunciando una decisión (aunque no haya sido suya) que oírlo justificando su larga parálisis. Explicar por qué no puede hacerse algo es infinitamente más pequeño que encontrar cómo si es posible. Esta es una responsabilidad de todos, en especial de los gobernantes.

Los hechos, respecto del Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca (IEEPO), indican que se han tomado decisiones que producirán transformaciones, si hay coherencia y firmeza.

La CNTE había llegado lejos en sus propósitos, pero enfermó de soberbia y, por tanto, creyó que podía llegar aún más allá.

Con más de dos décadas de historia, el chantaje y la violencia por bandera, los dirigentes de la CNTE confiaron en que se podía exprimir al rehén sin límite.

Enhorabuena que constatemos que hay límites para los excesos. Aunque sería deseable que éstos no dispusieran de espacios tan amplios y tan duraderos.

A lo largo de 23 años la CNTE, administradora del IEEPO y de enormes recursos, se apropió del instituto, se aprovechó de su presupuesto, secuestró a la educación, coaccionó a los maestros, dañó a los alumnos y perjudicó a Oaxaca, además de un extenso etcétera de abusos y delitos.

Grande el absurdo de entregarles el instituto estatal rector de la educación, los líderes sindicales lo llevaron a muchos extremos, entre ellos el de crear cuatro mil plazas en el IEEPO, vender puestos de trabajo, canonjías y privilegios e incluso exigir favores sexuales como condición de ascensos, y todo a cambio de obediencia violenta para invadir espacios públicos y afectar a cientos de miles de personas a lo largo de dos décadas.

Muchos de los daños que causó son irreversibles, porque nadie puede volver a tener ocho o 12 años, y son miles las niñas y niños que, ahora jóvenes o adultos, fueron víctimas de delincuentes entronizados en el delirio de ser dueños de un patrimonio colectivo. Para ellos, cuantos recursos caían en sus manos eran tan suyos como sus dedos y los utilizaban como extensiones de su ambición.

Acostumbrados a disponer de miles de millones de pesos, habituados a la ganancia personal de poder y dinero, amoldados a la destrucción y la violencia, es posible que realicen manifestaciones, bloqueos y actos de vandalismo, pero ahora su posición es débil. Desprestigiados, sin recursos y sin instrumentos para la coacción, los dirigentes se irán quedando solos.

No querrán renunciar a sus prebendas, pero ya les han sido arrebatadas.

Se requiere, solamente, que el gobierno sea persistente, que solucione con inteligencia lo que eventualmente suceda y que se mantenga firme en su decisión; que recuerde que los líderes de la CNTE carecen de escrúpulos, que pueden incluso llegar a fingir aceptación, sólo para descargar a la primera oportunidad el aguijón. No cabe la ingenuidad.

La mejor lección, sin embargo, parece ser la que el gobierno se ha dado a sí mismo: frente a los gravísimos problemas que tiene el país, es mejor actuar que hablar.

Hacer es mejor que decir, avanzar es mejor que prometer, construir es mejor que justificar, vencer los obstáculos es mejor que utilizarlos como argumento para dejar de hacer.

No es fácil, desde luego, pero a nadie cuando asume una posición de gobierno se le ofrece un paseo.

Así como hemos señalado en diversos casos la ausencia del Estado, hoy reconocemos su intervención eficaz y coordinada. Hay muchos otros rubros en los que esperamos su reaparición. Lo mismo en casos específicos como el robo de productos de Pemex, en el combate general a la corrupción, la delincuencia y la impunidad; que en el amplio campo de la justicia social y en la lucha puntual contra la pobreza.

Por ahora, celebremos que en Oaxaca el Estado se haya hecho presente.

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