Política a Cachos

México está enojado

¿Qué le pasa a mi país? Está enojado, muy enojado. De hecho, me parece que no ha dejado de estar enojado desde hace casi medio siglo, pero desde hace al menos dos décadas el coraje social ha venido aumentando, hasta llegar a niveles peligrosos.

Padecemos de un coraje crónico, degenerativo, hereditario. Sí hay motivos para estar enojados. Sí en buena medida los políticos y sus partidos, todos sin excepción, han tenido la culpa de nuestro coraje. Pero nosotros también, porque se los hemos permitido. Por apáticos, por corruptos y por miopes.

Hoy, en un momento de crisis sin precedentes, los beneficiarios del caos se frotan las manos y se lamen los bigotes. ¿Quién gana con todo esto?, ¿quiénes son los beneficiarios del caos? El pueblo, los mexicanos, no. Se lo aseguro.

Desde los 60, la frustración económica se convirtió en coraje por la matanza de Tlatelolco. Luego, en los 70, vino la debacle económica con Echeverría y López Portillo, y continuó la represión política, bajo la mirada de una oposición casi inexistente. Nacían los grupos subversivos como expresión del coraje.

Vivimos la pesadilla de las crisis económicas recurrentes en los ochenta, los terremotos del 85, y el gobierno maniatado y escaso de imaginación de Miguel de la Madrid. El enojo y desconcierto aumentaban.

Al final de la década, cuando la oposición de derecha y de izquierda comenzaban a adquirir presencia y fuerza, vino la imposición de Carlos Salinas de Gortari. No olvidemos que una pieza clave de ese 'fraude electoral' fue el hoy 'demócrata' senador por el PT, Manuel Bartlett Díaz, quien desde su escritorio en la Secretaría de Gobernación manipuló las elecciones y se le 'cayó' el sistema.

Parecía que Salinas de Gortari nos sacaría del Tercer Mundo. Se firmó el TLC, que nos cambió la vida, y las cuestionadísimas privatizaciones, entre otras cosas. De pronto, cuando creíamos que todo mejoraba, el sueño comenzó a esfumarse. En mayo de 1993 asesinaron, en Guadalajara, al cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo. El 1 de enero de 1994, irrumpió el EZLN, de la mano del 'desaparecido' subcomandante Marcos, quien embelesó a muchos dentro y fuera de México. En marzo, mataron a Luis Donaldo Colosio y, en septiembre, a José Francisco Ruiz Massieu. Todo el mismo año. El coraje persistía, pero prevaleció el miedo.

Dicen que precisamente el miedo llevó a la Presidencia a un brillante burócrata: Ernesto Zedillo Ponce de León. Se le desbarató la economía en cuestión de días. Sin embargo, hizo un destacado trabajo de reconstrucción económica. Pero Zedillo es y será recordado por haber creado las condiciones para realizar elecciones presidenciales equitativas y por haber reconocido el triunfo de la oposición: el PAN, que llegó a la presidencia impulsado por el coraje y la esperanza colectivos.

Del locuaz Vicente Fox serán recordados sus dislates y su esposa, Marta Sahagún. El coraje se transformó en frustración, atizado por otro personaje: Andrés Manuel López Obrador, persistente, mesiánico, locuaz también.

Desde su plataforma como jefe de Gobierno del DF –y un inteligente manejo de medios–, El Peje se fortaleció políticamente, cultivó fanáticos y odios. Se apoderó de la izquierda y estuvo a punto de ganar la presidencia de la República. Otra vez el miedo –ahora a AMLO–, dicen, impuso a otro presidente: Felipe Calderón, y se dio otra oportunidad al PAN.

El coraje se disparó nuevamente y López Obrador continuó atizándolo. Para muchos, El Peje representaba la esperanza en que todo cambiaría como por arte de magia, como él mismo prometió. 'Nos robaron la presidencia', decía, e incluía a quienes votaron por él. Así pasaron seis años, alimentando el coraje, mientras Calderón estaba empecinado en su guerra contra las drogas y la inseguridad que dejó decenas de miles de muertos y desaparecidos. Además, su desempeño económico no fue nada destacado.

AMLO volvió a contender por la presidencia en 2012 frente a un carismático Enrique Peña Nieto, que rompía con el estereotipo del político priista, prometía un gobierno eficaz y un nuevo PRI. El coraje aumentó.

De eso hablaré el próximo miércoles.

Twitter: @Cachoperiodista

COLUMNAS ANTERIORES

Ayotzinapa, ¿y ahora qué?
Manual para ser impune

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.